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Benedicto XVI, el papa intelectual que supo mostrar su rostro más humano

Benedicto XVI, que este jueves abandonó el pontificado, fue un papa intelectual y un refinado teólogo que en sus últimas intervenciones supo mostrar...

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una humildad y una sencillez que los fieles le desconocían.

 

"Nos ha dejado un gran testamento espiritual. Una reflexión con todas las claves de su pontificado", explicó a la AFP el religioso mexicano Sergio Tapia, profesor de la Universidad romana de la Santa Croce.

 

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"Cada día lo descubrimos más. Poco a poco la imagen y prejuicio que se tenía del teólogo severo desaparece y aparece aquella de la persona que toma la decisión de romper los esquemas de todos y no sólo de la Iglesia", sostuvo Tapia, en referencia a la renuncia del Papa, un hecho sin precedentes en siete siglos en la Iglesia Católica.

 

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Para numerosos prelados, obispos y cardenales que asistieron el miércoles a la histórica catequesis en la plaza de San Pedro, algunos con los ojos empañados por las lágrimas, la última lección del Papa demuestra la densidad de su misión y, sobre todo, cuestiona el modelo centralizado de gobierno de la Iglesia.

 

"Es un discurso importante, bello y dramático, con el que cierra su recorrido de pontífice y llama a la Iglesia a purificarse y a renovarse, tal como lo hizo antes de ser elegido pontífice en 2005, en una memorable homilía", comentó a la AFP el vaticanista Ignazio Ingrao, de la revista Panorama.

 

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"El Papa dice a la Iglesia: Soy sólo un obispo entre los obispos", explicó Ingrao.

 

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Una imagen que confirmó este jueves, en su último encuentro con los cardenales, al ofrecer su "incondicional obediencia" a quien sea electo su sucesor.

 

El tímido y anciano pontífice, a punto de cumplir 86 años, que en los últimos días de su pontificado ha abandonado las gafas y soporta con más resignación el protocolo de las ceremonias públicas, eligió el Evangelio para expresar el miércoles, con palabras sencillas, su confianza en una Iglesia aquejada por los escándalos y las luchas de poder.

 

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"Tengo confianza en el Evangelio que purifica y renueva. Estoy conmovido, veo a la Iglesia viva", dijo.

 

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"La barca de la Iglesia no es mía, ni vuestra, es Suya", dijo Benedicto XVI, que citó a San Pablo, el Apóstol de las naciones, para explicar el peso que han significado para él durante los ocho años de su reino los viajes, las recepciones y las conferencias.

 

Relajado, sonriente, casi feliz, se dirigió a la gente común con menos timidez, agradeció las cartas, mensajes y oraciones que ha recibido de todo el mundo y hasta se refirió, sin mencionarlos explícitamente, a los escándalos, las controversias, en sustancia, los males de la Iglesia.

 

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"El Señor nos ha dado muchos días de sol y ligera brisa, días en los que la pesca fue abundante, pero también momentos en los que las aguas estuvieron muy agitadas y el viento contrario, como en toda la historia de la Iglesia [cuando] el Señor parecía dormir", afirmó.

 

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"El corazón del papa se agranda para todo el mundo", dijo a los embajadores que lo han saludado, convencido de que Dios "no dejará que su barca se hunda". Con AFP.

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