de una literatura de extraordinaria belleza”, caracterizada por la inventiva y la sensualidad, “un narrador encoñador, quien entraba en su prosa no volvía a salir”.
Salcedo Ramos enfatizó en que Gabo contaba historias “con una voz personal claramente identificable”, con un estupendo aliento poético y un sentido del ritmo “tan hipnótico como determinado por un brujo”.
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Recordó que estuvo siguiendo los pasos de García Márquez en Aratacata, donde nació, tratando de “identificar los vasos comunicantes entre el Macondo real y el literario”, trazó rutas en el departamento del Magdalena hasta las bananeras, para al final darse cuenta que Macondo “estaba dentro de mí”.