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"De villanos a héroes": editorial de Ley del Montes 26 de mayo

A propósito del anuncio de que será estrenada una película con la historia del 'Chapo' Guzmán, Óscar Montes cuestiona la pertinencia de la divulgación de este tipo de contenidos.

135888_Óscar Montes. Foto: twitter @leydelmontes
Óscar Montes. Foto: twitter @leydelmontes
Óscar Montes. Foto: twitter @leydelmontes

Un poderoso canal internacional de televisión anuncia con bombos y platillos -¿debería decir con bombas y platillos?- el lanzamiento de una serie sobre la vida de Joaquín  El Chapo Guzmán, el narcotraficante mexicano, recapturado hace algunos meses y quien  está a punto de ser extraditado a los Estados Unidos.

 

Uno de los altos ejecutivos del canal de televisión afirmó que se trata de una serie “dramática y oportuna de gran interés internacional”. Dramática sin duda lo es, puesto que detrás de cada una las acciones de terror del capo mexicano lo que hay son las lágrimas y el dolor de centenares de familiares de sus víctimas.

 

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También llama la atención el “interés internacional” que despierta la serie –según el alto ejecutivo del canal internacional de televisión- debido a que cuesta creer que las vidas de criminales como Guzmán resulten atractivas para el público.

 

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Pero lo son. En Colombia –por ejemplo- producciones de televisión sobre los jefes narcotraficantes han tenido gran audiencia, como ocurrió con la que se ocupó de las andanzas de Pablo Escobar, tan malo como el propio Chapo Guzmán. Todas las series que se han transmitido en el país sobre el mundo del tráfico de drogas han alcanzado cifras extraordinarias de audiencia, como sucedió con “Sin tetas no hay paraíso” y otras más.

 

Aunque el debate está abierto, y quienes producen las series sobre narcos sostienen que las hacen porque eso es lo que el público quiere ver, como lo muestran las altísimas audiencias que alcanzan, no se puede desconocer que la presentación de las mismas sin el rigor que requieren y sin el contexto que necesitan sólo sirve para trastocar los valores de la sociedad, pues terminan convirtiendo en héroes a los peores villanos, como podría suceder con El Chapo Guzmán.

 

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De manera que no puede haber dudas acerca de que las vidas de los capos narcotraficantes no tienen nada de ejemplar, ni sus actos fueron heroicos. Todo lo contrario: lo que abunda en sus acciones es un desprecio absoluto por la vida, un afán desaforado por el lucro y una enorme cobardía. Nada más.

 

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