También es cierto que no podemos ser felices sin pensar en los otros, sin ser solidarios, sin ayudar a que los demás tengan la posibilidad de vivir en contextos existenciales en los que puedan realizarse.
Si no se puede dejar de usar las redes por un tiempo o causan trastornos en la cotidianidad y ponen en riesgo las relaciones sociales, no está bien y hay que hacer algo. A los adultos autónomos nos toca hacernos responsables de la situación, pero cuando se trata de menores, los padres de familia y tutores tienen que estar atentos a la manera como estos usan las redes.
Quien generaliza no solo distorsiona la realidad, sino que a la vez es injusto con algunas personas en su singularidad. Generalizar en más de una ocasión termina vilipendiando a los otros y haciendo que desde los prejuicios se establezcan las relaciones.
No creo que se trate de asistencialismo ni limosnas, sino del compromiso de ayudar, desde lo que somos y tenemos, a que todos podamos tener una vida digna y feliz.
No se puede confundir felicidad con irresponsabilidad, ni seriedad con amargura. Los procesos de enseñanza tienen que generar bienestar y satisfacción en los sujetos de todo el proceso.
Nadie tiene el manual para ser un buen padre de familia, pero todos sí tienen que encontrar en el amor y la formación el impulso para acompañarlo en ganar el mayor grado de autonomía posible.
La salud mental exige que cuidemos la calidad de nuestros pensamientos. Es decir, que busquemos que ellos nos impulsen a construir mejores situaciones de vida y nos muestren lo hábiles y capaces que somos para la vida; gestionar las emociones aceptándolas, expresándolas de manera adecuada y aprovechándolas en la realización de nuestros sueños.
"Al fin y al cabo, el verdadero desarrollo se mide en términos de si los ciudadanos tienen o no sus necesidades fundamentales satisfechas", asegura Linero.
Espero que el jolgorio que invade las calles y las esquinas de nuestro caribe, sea una manera de alejar la violencia, la indiferencia y el afán de conflicto.
No podemos tener miedo de que mucho de lo que considerábamos esencial y particularmente humano, ya no lo sea tanto porque lo pueden hacer mejor las máquinas.