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Valdivia, el puerto que amaneció esperando la resurrección de su río

“Ya no tenemos agüita ni pa’ los pescados ni pa’ nosotros bañarnos. El río se nos acabó, lo acabaron”, lamenta don Pedro. Como él, miles de antioqueños padecen.

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Foto: Blu Radio - Rio Cauca / Blu Radio

“Fertilizantes bajan sus aguas de las montañas en la cabecera y los nativos cultivan sus tierras pa´ su sustento hasta que dios quiera. Se oye un lamento de mucha gente porque su caudal le quieren quitar. Para perjuicio o pa´ beneficio construyen la represa

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Antes de iniciar este relato, urge la necesidad de dar crédito a Adriana Lucía, quien sin más acompañamiento que sutiles sonidos aparte de su voz, cuenta cómo en su territorio se vivió una situación casi tan similar como la que se contará a continuación y que, sin dudarlo mucho, solo con cambiar los nombres de algunos escenarios, el mapa allí cantado es casi que el mismo.

Escuche esta crónica aquí: 
 

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Y todos los pueblos ribereños tienen sus tierras para sembrar, otros con pasto para el ganado y hay muchas aguas para pescar”.

“Y hemos estado aquí en la playa es haciéndole duelo al río, rindiéndole un homenaje todo el día, hemos estado acompañando nuestro río, al pie de nuestro río”, cuenta Luz luego de estar todo el día a la orilla.

Mataron el Río Cauca. Así, sin eufemismos”, reza el trino de la avezada periodista Claudia Morales, que sin miedo ni temblor en sus pulgares bautizó la maniobra minutos después de que selló la puerta número 1. Los ojos de un país estaban tan abiertos como los de aquellos sapos y ranas acostumbrados a la humedad de cuyo hábitat no pensaron nunca, empezara a desaparecer casi que en el tiempo que volvieran a cerrar sus párpados.

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“En este momento le dan a uno ganas de llorar ver el río en las condiciones en que está, ya no tenemos agüita ni pa’ los pescados ni pa’ nosotros bañarnos. El río se nos acabó, lo acabaron”, dice don Pedro con una pala al hombro, bigote robusto y sombrero de ala ancha a la orilla. 

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La lengua de los reptiles secándose como las orillas de ese río, se iba poniendo casi tan reseca como la de quienes estaban desde la represa intentando dar respuestas sobre los animales que veían cómo sus especies se extinguían en cuestión de unas cuantas vueltas de un minutero. En duelo, el río dejó de hablar a quienes dicen ser sus hijos, en Puerto Valdivia dicen que ya no es un puerto, sino un muerto Valdivia.

El río para mí, significa vida y salud, porque si no tenemos el río nos estamos muriendo. Por una parte porque no tenemos los pescados para sacar y porque no tenemos el sustento de sacar el granito de oro para sostener la familia”, agrega don Pedro.

Debería llamarse Rioseco o Rioverde”, dice uno de los pobladores que tiene su mantarraya en el rancho porque ni para qué la saca, si es que los peces que están en el río son peces muertos, los mismos que en las orillas se enredan entre las rocas que hace unos días estaban bajo el agua y hoy se han vuelto montañas que superan la altura donde antes eran oleadas de líquido que de las montañas descendía.

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Al amanecer, las luces de la pequeña parroquia del corregimiento parecen faros en un desolado y abandonado pedazo de tierra, con casas encima que fueron desocupadas por el temor de que el gigante dios del agua corriera en cuestión de instantes, en caso de una catástrofe que pudiera producirse por una errada maniobra de la contingencia que se dio allá en la hidroeléctrica, y que sería una falla en la planeación de la construcción y que hoy tiene a un país con los ojos abiertos y La camándula en mano para no tener que ver por televisión, ni escuchar en la radio noticias de una tragedia que habría sido anunciada.

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Queremos que nos solucionen este problema para no vivir en esta incertidumbre de cada día, que nos acostamos con miedo de que ya viene la avalancha, de verdad pedimos con la mano en el corazón que nos ayuden a solucionar este problema lo más pronto posible”, relata aquella mujer que pidió no mencionar su nombre pero que dice ser una de las líderes de la comunidad y que se ve espontáneamente parada a la orilla en la mañana y hasta en la noche cerillo en mano para prenderle velas.

En las puertas de las viviendas hay pequeños avisos con la palabra 'retorno', esa misma que necesitan escuchar todos los ribereños para dormir en su propia casa sin el temor de que se venga abajo el río. Pero hay otras cuantas, con candados oxidados, restos de madera y pisos húmedos que desde aquella jornada del 12 de mayo del 2018 no volvieron a ocuparse por las familias. En ellas el aviso es de color rojo con un mensaje de lamento que dice ´No retorno´.

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“El pueblo lo veo solo, como un fantasma”, dice poncho puesto Don Rafael Gómez.

Ese puente allá arriba se ´cimbronea´ con el paso de las tractomulas que en intervalos de pocos segundos cruzan con toneladas de carga y a las que se hunde el acelerador porque ¡Quién sabe si tenga mala suerte! Eso sí, quien va de copiloto, lleva lista la cámara de su celular apuntando abajo para grabar y decir al mismo tiempo ¡Vea pues, ese río cómo está de seco! 

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 “El río seguirá estando ahí, pero la oxigenación como era anteriormente no la va a tener; no va a tener las arenas que bajaban, nosotros  barequéabamos en el río y hoy día no tenemos para conseguirnos el sustento ni siquiera para la familia. Por ejemplo, el pantano que va a quedar dentro de la represa, va a acabar con todas las especies, va a acabar con la fauna y la flora”. 

Están Luís Alberto, Jorge, y don Pedro sentados en una cafetería tomando tinto a esta hora, 9:00 de la mañana cuando deberían estar aguas abajo con sus redes. Siguen con las botas de caucho y sus atuendos puestos. Parece que estuvieran en vacaciones, en esas vacaciones obligadas que muchos colombianos tienen sin saber qué hacer, porque aquí, si no es de la pesca y lo que produce el río en las minas artesanales (ilegales), son algunos locales comerciales los que dan el sustento para vivir, pero ni eso, porque sin plata de la pesca ¿con qué se va a poder comprar algo en los almacenes?, se pregunta Luís Alberto.

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 “Estamos demasiado afectados, porque ahora las ventas no son nada, no vende uno ni una cuarta parte de lo que vendía antes”, dice.

Tomamos una lancha y vamos abajo. Pequeñas zonas donde antes había viviendas de madera empotradas hoy son cúmulos de arena, roca y unos palos que quedaron después del primer aviso de la naturaleza que puso a correr a los que allí vivían. Mientras tanto, en los radios se escucha la voz de quienes intentan dar explicaciones, de quienes tratan de hallar soluciones a lo que pudo prevenirse. ¡Pero si ni radio alcanzamos a escuchar! Dicen algunos. A nosotros nos importa que el río vuelva a ser como antes y que podamos escucharlo a él, como cuando jugábamos de niños. Es lo que dicen otros, quizá la mayoría.

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Allá arriba, parecen hormigas los cientos de empleados que con un casco y un overol buscan dar solución técnica a la realidad cruda en la que se convirtió el que fuera un mal tacto de organización. Para algunos, esta es la forma en que la naturaleza paga a la ambición, mientras tanto en otras redes, no en las de los pescadores sino en las de cazadores de errores gramaticales y francotiradores de cuanta idea llega a su cabeza, las culpas y responsabilidades van de aquí a allá, unos culpan al político de turno, otros al empresario, otros al campesino que contamina, y otros tantos al demonio.

No alcanza el nivel que tenía, ya apenas el nivel que tiene es medio metro de agua, en el lugar donde tenía hasta 6 o 7 metros de profundidad

Ha subido un poquito, como un centímetro, pero sí ha subido”, dice uno de los muchachos que con curiosidad se atreve a hacer sus cálculos que para él puedan ser exactos, aunque la verdad a esa hora era muy difícil saber a ciencia cierta cuánto podría alcanzar de verdad el aumento.

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El único indicador era el color del delgado borde que efectivamente permitía ver un contraste que el día anterior no estaba pintado.

De forma inesperada, se escuchó el sonido de un helicóptero que aterrizaba en la playa del Río Cauca, era un vehículo de los más grandes y ocupaba gran parte de esa tierra seca también por el intenso verano. Los habitantes fueron descendiendo hasta el punto, las madres con sus niños al lado y los hombres con su herramienta al hombro; los visitaba su gobernador. Con desparpajo, Pérez saludaba a la gente, les daba la mano y sonreía agachándose para alcanzar la altura de los niños mientras sonaba el obturador de las cámaras.

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-No, gobernador, así no es, las casas destechadas, los puentes, no, gobernador. Disculpe.

Así, durante varios minutos, se gestó una discusión que de a poco empezó a subir su tono ¿Dónde está la reconstrucción de los puentes que se cayeron? ¿Cuándo van a hacer las casas? ¿Por qué hay gente que no ha recibido los pagos? ¿Qué pasó con el servicio de salud? ¿Qué hicieron con la plata de la ambulancia?

 

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Esas y otras preguntas salían de los mismos campesinos, mineros, madres trabajadoras y pescadores que buscaban un espacio de alguna manera en medio de los escoltas, funcionarios públicos, periodistas y el séquito que acompañaba al gobernador.

“Llevamos nueve meses y nada que nos solucionan nada”, reprocha uno de los pobladores mientras el gobernados dice que ya el dinero está listo y que solo son procesos técnicos con la Alcaldía.

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Sin respuesta clara

El dueño de la carnicería, los de las papelerías, la señora del restaurante y hasta el mototaxista han recibido el golpe de la crisis en Puerto Valdivia. Antes vendían 10 pesos, ahora venden 5.

Los pescadores no pueden proveer y los centros de comercio poco a poco se quedan sin nadie a quien vender. Se espera que, a más tardar esta semana, el caudal alcance niveles importantes. Sin embargo, la desazón entre los pobladores no es de ayer ni de hace pocos días, cuando se cerró la segunda de las compuertas en la hidroeléctrica.

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Son horas definitivas. Mientras dentro de la presa se trabaja 24-7 y se emiten comunicados de prensa para llamar a la calma, la incertidumbre y la duda se carga en las espaldas de puerto valdivienses que esperan pase el reloj a tal velocidad confiando en que la maniobra técnica surta su resultado, pero eso sí, que sea el mejor de los resultados. Más arriba, unos 5 kms alejados del colosal puente, dice don Jaime, conductor de la lancha, que nunca en sus 44 años de vida navegando las aguas del Cauca, había visto tan baja profundidad.

Por aquí pasaba yo en la lancha, con pasajeros, pero vea hoy, estamos usted y yo caminando”.

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Cuenta mientras con curiosidad, en medio de grandes extensiones de arena gris mezcladas con roca y decenas de troncos que bajó el río desde que empezó a reducir su cauce, alcanzamos a ver un objeto que rodeaba al menos 8 chulos o gallinazos como le llaman a esas aves negras que suelen acercarse a restos de muerte, y como si fuera un presagio, mientras íbamos viendo cómo eran menos los peces muertos en la orilla de lo que quedaba del río, (porque eran consumidos por esas aves), dentro de un cráneo, atrapados dos peces, terminaban de descomponerse luego de los ‘picotones’ de esos chulos. “tiene forma de ternero que bajó el agua”, imagina don Jaime.

Sin cansancio, un equipo de oficiales de la Defensa Civil, con sus overoles amarillos y sus rostros brotando sudor, son vistos ya sea a la orilla recogiendo peces o en las estrechas vías del corregimiento de Puerto Valdivia recordando a los pobladores las instrucciones de seguridad y las prohibiciones de trabajar en el afluente.

A las 8:00 de la noche de ese viernes, los boletines en la radio abrieron con la noticia de que justo en ese instante, el vertedero alcanzaba los niveles para surtir agua al río, era el inicio del descenso para lograr, como había sido anunciado, la forma paulatina para que se volviera a la normalidad. Mientras tanto, en Puerto Valdivia habitantes no tenían ni idea, una esquina justo al lado de la carretera, se convertía en el lugar de esparcimiento para bailar y consumir licor mientras sonaba música con niveles demasiado potentes donde una conversación ni gritando se podía entablar.

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“¿Ya empezó a bajar el agua?”, preguntó doña Piedad, la señora que con su acento paisa bien pronunciado, tiene una pequeña tienda al lado del hotel de don Jaime. Se trata de otro Jaime, distinto al conductor de la lancha.

Ya, hace unos minutos, le respondí. “¡Ojalá Dios quiera que baje bastante!”, fue como reaccionó.

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Muy temprano vimos cómo iban, uno por uno, los pobladores hacia el puente para bajar la cabeza y ver qué tanto progreso tenía el río.

 “Estamos sumergidos en un problema en el cual se le facilitan las cosas a quien tenga la situación económica un poquito florecida, pero a los que tenemos que madrugar a rebuscarla es muy complicado porque no hay rebusque, no tenemos qué hacer”, dice un afectado.

Tanto es así, que los pocos hoteles cobran una noche de habitación hasta en 20 o 25 mil pesos y los camioneros que antes paraban a almorzar en el puerto han preferido encontrar otras opciones más abajo de esta zona del Río Cauca.

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La situación se puede ver cada vez más difícil para los pobladores, que hasta los animales están amarrados. A los mismos campesinos les cuesta encontrar sustento. Por eso, aunque sea con avisos en las paredes, el rebusque del pan diario en Puerto Valdivia va hasta vender ropa en sus casas con un aviso en la pared.

Blusas a $ 15.000; camiseta a $ 20.000: vestido desde $ 35.000, prendas para dama, caballero y niños”, reza la cartelera escrita con marcador y algo torcida en la pared.

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Hasta el cansancio, los ribereños siguen preguntando hasta cuándo. Hasta cuándo pueden acostarse a dormir con tranquilidad.

Buscando material en la web, la cuenta Canal oficial Ríos Vivos Antioquia, publicó un video en el que un grupo de jóvenes con dos guitarras interpretan una canción llamada ´El río Cauca nos abraza´. “Se perdieron nuestras casas, de las adorables playas y hasta la última cuchara. Y seguimos insistiendo porque guardamos esperanza de volver al río Cauca, al bahareque y la atarraya”, recitan.

 “Yo quiero mucho el río, porque nadie me lo quita, porque es que el amor del río es como el de la madrecita. Yo te prometo que nunca a ti te voy a olvidar, ¿Cómo olvidar esos tiempos llenos de felicidad? EPM nos desplaza y el Rio Cauca nos abraza, EPM nos desplaza y el rio Cauca nos abraza”, prosiguen.

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“¿Un domingo? Aquí no cabía la gente, patrón. Se mataban entre 25 y 30 reses el mero domingo y 40 marranos. ¿Sabe cuántos mataron hoy? Dos reses y tres marranos. ¿Sabe cuánto valía un puesto aquí? 12 millones de pesos. Era cantidad de campesinos y gente del pueblo la que venía”, lamenta otro desesperanzado.

Así se van las horas en Valdivia, en medio de relatos de personas sentadas en la esquina del pueblo. Mientras suena música a todo timbal, cuatro señores de más allá de 45 años recuerdan cómo era un Domingo hace meses en Puerto Valdivia. Refieren disputas de pedacitos de la calle para poner sus puestos y vender a los campesinos. Hoy, solo están algunos motocarros, una señora que vende jugos de naranja y la vía hacia el río más desocupada que nunca. Para ellos lo que ha sucedido no se puede resarcir, aunque siga bajando el agua para retomar el cauce del Cauca, no dejan de hablar de los perjuicios.

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“Prácticamente lo que le dan a la gente, la gente dice: ¡Ay, me van a dar una casa finca y qué belleza! Pero no saben el futuro que les espera, están muy ´Llevados´”

Hoy, muchos se quejan porque la intervención posterior a la tragedia del 12 de mayo, se ha visto envuelta entre mentiras, falsas promesas y la salida de muchos pobladores que tuvieron que irse por temor a una épica avalancha.

En este pueblo, quedan algunos vestigios de esperanza, pero como dice la misma gente, no come cuento y su salida es irse acostumbrando.

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Las tiendas de hoy domingo antes del mediodía están más desoladas y ya no hay forma de conseguir el pescado para poner en la paila y almorzar. El agua sigue bajando, de a poco desciende, pero el daño está hecho. Se habla de alrededor de 60.000 peces muertos, sin contar los que se han comido los gallinazos y los que quedan por ahí. Que todo vuelva a ser como antes, dicen en el Bajo Cauca antioqueño, que no solo el río, sino sus vidas retomen su cauce normal.

Que nos escuchen, que nos escuchen los entes competentes y que pague el que tenga que pagar por este ecocidio´ que se está cometiendo”

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Para perjuicio o para beneficio, construyen la represa. Citando a Adriana Lucía que amenizó este relato.

 

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