Las mejores armas que pueden tener nuestros niños son un lápiz, un computador y un tablero. Un parque no es –ni puede ser- un escenario de guerra, sino todo lo contrario: un sitio de encuentro y reconciliación de quienes habitamos esta urbe alegre, pujante y próspera.
La primera obligación que tenemos quienes podemos disfrutar de esta Barranquilla que hoy vuelve a mirar al Río Grande de la Magdalena y al inmenso Mar Caribe es no volver a escribir la nefasta página del año pasado cuando en sus calles se cometieron más de 400 homicidios. Y para ello es necesaria –claro- la labor eficiente y certera de las autoridades, pero también se requiere de nuestra participación decidida y valiente para no dejarnos arrebatar lo que tanto trabajo nos costó alcanzar.
En la medida en que todos nos apropiemos de los espacios culturales, deportivos, educativos y recreativos que se abren en la ciudad -como el Parque Jardín Botánico que con sus 53 mil metros cuadrados de extensión acaba de ponerse a nuestro servicio- estaremos enviando un mensaje contundente a los violentos: la ciudad nos pertenece, y queremos disfrutarla y cuidarla.
Nuestra alegría natural y el goce que nos produce el poder disfrutar de cada rincón barranquillero, no se negocia. En la defensa de nuestros espacios culturales, deportivos, educativos y recreativos no estamos dispuestos a hacer concesiones. Y ello es así porque ningún derecho puede estar por encima del más grande de todos los derechos: el Derecho a la Vida.
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