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Barranquilla, ¿capital de vida?: editorial de Óscar Montes

Editorial del panelista Óscar Montes.

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BLU Radio Óscar Montes. Foto: bluradio.com

La cifra es escalofriante: 35 homicidios en apenas 11 días que van corridos del mes de Enero. Ese es el número de muertes violentas que ocurrieron en Barranquilla en los primeros días de 2017, lo que ha disparado las alarmas de las autoridades de la ciudad, empezando por su alcalde, Alejandro Char, quien ayer de declaró asombrado con lo sucedido.
 
“La Policía se durmió en materia de seguridad en Barranquilla”, dijo el Alcalde, al tiempo que llamó la atención sobre el hecho de que 1.200 de los agentes radicados en la ciudad se encuentren disfrutando de periodos de vacaciones. “Tenemos 45 cuadrantes de la ciudad descuidados”, declaró Char con vehemencia.
 
La cifra de muertes violentas en los primeros días del año demuestra que las medidas adoptadas hasta el momento no han resultado efectivas, pues no se trata sólo de incrementar el número de uniformados y dotarlos de modernos vehículos y sofisticadas cámaras de seguridad, como las que mañana entregará el presidente, Juan Manuel Santos, sino de adoptar medidas más radicales en varios frentes.
 
La seguridad de Barranquilla compromete no solo a la Policía Metropolitana -directa responsable de la seguridad- sino a toda la sociedad, incluyendo a sus propios habitantes, quienes siguen viendo a la Institución con desconfianza y recelo.
 
Es un hecho incontrovertible que la Policía Metropolitana debe hacer grandes esfuerzos para ganarse de nuevo el aprecio y el afecto de los ciudadanos, que son sus directos beneficiarios y sus mejores aliados a la hora de hacer frente a los delincuentes. Por fortuna el nuevo director de la Policía Metropolitana, general Mariano Botero, ha entendido que sin la solidaridad de la comunidad todo esfuerzo que se haga será fallido.
 
Pero las medidas de las autoridades, incluyendo Alcalde y Policía Metropolitana, no deben orientarse solo a la represión, sino también a una educación de calidad y en desarrollo de habilidades socio emocionales, tanto de niños como de jóvenes, como bien lo advierte Samuel Azout, dirigente cívico y experto en desarrollo social.
 
Es evidente que hacen falta mayores y mejores campañas pedagógicas que creen conciencia sobre el respeto por el valor supremo de todo ser humano: la vida.
 
En Barranquilla la vida no vale nada, triste reconocerlo pero es así. Aquí las celebraciones de los triunfos desencadenan en discusiones que finalizan con muertos, los pleitos se arreglan a bala, las diferencias matrimoniales acaban con agresiones físicas y heridos en los hospitales y las deudas se cobran con pistola. Y nada de eso es bueno.
 
La ciudad debe recuperar con urgencia la cordura, más ahora que tiene como rótulo el de ser “capital de vida”. Y ello significa, una ciudad donde debe imperar la convivencia, las buenas maneras, la cordialidad y el diálogo para superar las diferencias. Por lo pronto -y a juzgar por las escalofriantes cifras que se han conocido- falta mucho para que Barranquilla muestre con orgullo el título que su Administración eligió para darla a conocer ante la comunidad nacional e internacional.

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