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La Atracadera, el palo no está para cucharas: editorial de Óscar Montes

Editorial del panelista Óscar Montes.

271468_BLU Radio Óscar Montes. Foto: bluradio.com
BLU Radio Óscar Montes. Foto: bluradio.com
Por cuenta de las redes sociales, que volvieron viral el video de la canción, La Atracadera se ha convertido en todo un fenómeno mediático en Barranquilla.   La autora  del canto sostiene que se trata de una parodia, que recrea la ola de inseguridad que vive la ciudad por estos días y que lo que pretendía era utilizar la música de La Guacherna -el himno del Carnaval de Barranquilla- para llamar la atención sobre la alteración del orden público en la capital del Atlántico.   Hay que decir sobre el particular que el experimento salió mal. Y salió mal porque si bien es cierto que el Carnaval es la liberación de los espíritus, la recreación y hasta la alteración de realidades, Barranquilla no está para parodias, ni mucho menos para recrear su cruento presente.   En este Enero que parece nunca acabar van más de cuarenta asesinatos, muchos de ellos producidos durante atracos o asaltos a residencias y locales comerciales. En Barranquilla el palo no está para cucharas.   Si bien es cierto que la autora de la parodia, cuyo talento es innegable, ha dicho que no tenía como propósito causar más dolor u ofender a los familiares de las víctimas de la violencia indiscriminada de la ciudad, es evidente que la puesta en escena de la canción logra revictimizar a quienes han sufrido en carne propia la agresión de los delincuentes.   Los asesinatos no se pueden trivializar, aunque es claro que tampoco esa fue la intención de la compositora de La Atracadera.   La denuncia y la protesta son válidas y se requieren en una sociedad, pero ambas deben realizarse con un altísimo sentido de la responsabilidad. No todo está permitido, ni siquiera en el Carnaval, por mucho que durante el Carnaval se permita casi todo. Reclamar respeto por los símbolos del Carnaval - y La Guacherna, de la inolvidable Esthercita Forero, lo es- no es mojigatería.   Tampoco es carencia de espíritu carnavalero, ni deseos de amargarles el rato a quienes quieren divertirse y pasarla bueno. De lo que se trata -reitero- es de no trivializar los hechos, respetar a las víctimas de los atracos que se han presentado en la ciudad y de darles a los símbolos del Carnaval el lugar que se merecen.   También es necesario no perder el foco de la situación que atraviesa la ciudad. Lo más importante y urgente es garantizar la integridad y la vida de sus habitantes. Es en esa dirección que debemos apuntar todos, no sólo las autoridades civiles, militares y de policía. Hoy más que nunca se requiere el compromiso y de la unión de todos. Esa es la única forma de superar el mal momento que vivimos por cuenta de la inseguridad que existe en la ciudad.

 

 

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