Tal como lo anunció en una carta a puño y letra que envió hace una semana a la Personería, una vez más el condenado Jhon Keneber Cárdenas Murillo se cosió la boca y comenzó una huelga de hambre en la cárcel La Tramacúa de Valledupar, en señal de protesta para exigir “el traslado a otro centro penitenciario que tenga pabellón especial de seguridad”.
Cárdenas, conocido como el exjefe de sicarios en Ibagué, está pagando condena en el pabellón 12 de la Tramacúa, un espacio al que fue trasladado tras varias solicitudes que él mismo había hecho para que le garantizaran su seguridad, ya que en preacuerdos con la Fiscalía ha confesado varios casos que involucran a otras personalidades.
Allí en La Tramacúa se encuentra junto algunos sindicados de la Primera Línea y otras personas procesadas por el atentado al expresidente Iván Duque; sin embargo, está en un pabellón que apenas está en adecuación y donde, insiste, teme por su vida.
"Él todo el tiempo nos ha manifestado a nosotros y a los entes de control las presuntas amenazas que tiene al interior del establecimiento, dadas las informaciones que él maneja y las pruebas que ha venido entregando", dijo Ciro Pérez, funcionario de la Personería de Valledupar, delegado para temas carcelarios y penitenciarios del municipio.
"Es un interno que siempre está con cierto grado de paranoia porque dice que en cualquier momento le pueden hacer daño", sostuvo Pérez.
Antes de ser enviado a la Tramacúa en 2018, Cárdenas estuvo recluido en otras cárceles del país. Ahora, la decisión de si es o no nuevamente trasladado está en manos del Inpec.
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Además de la falta de garantías de seguridad, Cárdenas se queja de la mala prestación en los servicios de salud y alimentación, problemas que ya han sido denunciados públicamente por los demás privados de la libertad y sus familias.
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