La India tiñó sus calles de vibrantes colores para celebrar Holi, una de las festividades hindúes más populares que abraza la llegada de la primavera a golpe de agua, música y lluvia de pintura.
La locura de Holi se desató desde primera hora con las voces de los más pequeños, que acapararon las principales calles de la capital india con pistolas de agua en mano y puñados de "gulal", unos tradicionales polvos de colores que guardan diferentes significados.
Las vías y complejos residenciales se transformaron así en campos de batalla entre familias y vecinos, para rociarse entre ellos, sin distinción, polvos de colores y chorros de agua hasta agotar reservas.
Entre tanto, la música no tarda en llegar. Las tradicionales batucadas se asoman cada cierto rato por las zonas de combate para avisar a ritmo de tambor de la llegada de la primavera.
Incluso aquellos que desean celebrar este día festivo alejados del ajetreo terminan empapados y manchados con pintura con tan solo poner un pie en la calle.
Este festival del color, que paraliza el país, se celebra en la primera luna llena de marzo y sus orígenes se remontan a diferentes leyendas mitológicas hindúes.
Una de las historias más compartidas sobre sus inicios habla sobre el travieso dios Krishna y su inmortal amor por Radha, a quien aplicó colores en la cara para oscurecerla ya que su piel era más clara que la de él.
Las celebraciones se extendieron sobre todo en ciudades sagradas del hinduismo como Mathura o Vrindavan, en el estado norteño de Uttar Pradesh, mecas de Holi, donde se congregaron multitudes de personas para untarse el cuerpo de pintura y arrojar globos de agua entre desconocidos.
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