“Más allá del cambio institucional, una de las verdaderas conquistas de la Constitución Política de 1991, fue su reconocimiento de la multiculturalidad del país, su mandato para que Colombia entienda que, si bien todas las personas tienen los mismos derechos, el país debe aprender a respetar y reconocerse en sus diferencias y que debe mirar con orgullo hacia las zonas históricamente abandonadas, entre ellas buena parte del pacífico colombiano”, mencionó El Espectador.
El proceso de 1991 fue diferente a las constituyentes anteriores pues no sólo estaba un partido dominante, sino que en la asamblea participaron liberales, conservadores, exguerrilleros que dejaron las armas, sindicalistas, miembros de la Unión Patriótica eindígenas.
Asimismo, hicieron parte por primera vez las mujeres con un rol decisivo en las deliberaciones. Allí participaron María Teresa Garcés, Aída Abella, María Mercedes Carranza y Elena Herrán, quienes aportaron en temas de derechos, ordenamiento territorial y justicia.
Para entonces, Colombia había dejado de ser un país masculino, blanco, conservador y católico, el cual retrataba la Constitución de 1886. Ante esto, pasó a ser un estado social de derecho que tomó un enfoque garantista y rompió con el estado de sitio permanente.
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“El próximo 4 de julio se cumplen 30 años de la Constitución de 1991, que proclamó la paz como un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento, amplió la carta de derechos y contempló acciones constitucionales para su defensa, abrió los canales de participación ciudadana y política, propendió por la profundización de la democracia, y le apostó a la moralización de la administración y la modernización de las instituciones”, expresó la Corte Constitucional en un comunicado.
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