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El drama de una mujer que fue reclutada por las Farc a sus 15 años

Tenía solo 15 años, cuando llegaron hombres armados a su casa en Huila y con engaños se la llevaron a la guerrilla.

Farc / Foto / Referencia AFP
Farc / Foto / Referencia AFP
LUIS ROBAYO/AFP

“Lo primero que me entregaron fue un par de botas, un uniforme, un arma y una granada”, así empezaron los dos años de ‘Amanda’ que, por motivos de seguridad, quiere mantener en reserva su nombre.

Tenía solo 15 años, cuando llegaron hombres armados a su casa en Huila y con engaños se la llevaron a la guerrilla.

“Mis papás eran analfabetas, vivíamos en el campo, yo nunca vi en mi casa eso, me fui engañada. Secuestrar, matar, ver a gente que enterraban. Eso no es fácil de olvidar yo tengo muchas pesadillas, hasta ahora las tengo, a mí nunca se me van a quitar”, cuenta Amanda al recordar los dos años que vivió en la guerrilla.

Tuvo caminatas de casi 18 horas al día, se quedaban en campamentos una semana y luego continuaban el camino. Amanda al igual que otros 13 menores de edad que se llevó la guerrilla el día que fue reclutada, tuvo que cuidar a los secuestrados.

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“La gente que nos ponían a cuidar, me acuerdo mucho de una señora secuestrada que yo le decía: mire señora se puede volar, se puede ir y se puede volar por favor venga por mí. Pero cómo, ni ella ni nadie”, explicó Amanda.

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“Yo pasé por varios departamentos porque solo era caminar y caminar, nunca supe qué pasó con los secuestrados porque los veía 5 días y ya. A nosotros como fuera nos tocaba prestar una guardia. Me tocaba dormir debajo de los árboles y yo era una niña de 15 años”, agregó.

Ella no olvida su angustia cuando tenía que engañar a los campesinos para que se los llevaran a sufrir su mismo horror.

Nos sacaban en grupos de 5 o 6 mujeres, porque en ese tiempo éramos bonitas, teníamos 15 años. Nos sacaban para que pudiéramos llevar más gente para allá. Pero nuestra angustia era no poder sacar y decirle; ¡ayúdenos!”.

Amanda aguantó hambre y se enfermó: “Dos, tres y hasta cuatro días por ahí comiendo cualquier fruta. El tiempo era demasiado, la aguantada de hambre, el frío porque uno tenía que botar todo y salir corriendo. Me cogió mucho dolor en las piernas y me enfermé.”

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En 1987, a raíz de su enfermedad en las piernas pasaron semanas y pudo escaparse. Después de horas largas de camino, llegó a una vereda donde un señor que, dice, es su ángel de la guarda llamó a sus padres y ahí empezó su nueva vida.

Ahora Amanda, tiene 3 hijas que estudian en la universidad (una medicina y las otras dos, enfermería) que ha podido sacar adelante gracias a su trabajo en el campo y a la venta de artesanías.

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