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Tras firma de paz, guerrillera quiere ver a sus hijas luego de 15 años

Relato de una mujer que inició su vida en las Farc con tan solo 16 años de edad.

269083_Foto referencia: Blu radio
Foto referencia: Blu radio

En la sabana del Yarí, en la vereda El Diamante en San Vicente del Caguán, camina pausadamente por una carretera polvorienta Juana*, una mujer de baja estatura, quien dice que su vida en la guerrilla de las Farc comenzó cuando tenía 16 años de edad.

 

 

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Con una pañoleta cubre su rostro para evitar el polvo que deja una camioneta a su paso, sus nervios se denotan en una sonrisa chillona y tímida cuando asegura que lleva 14 años sin ver a sus dos hijas porque decidió dedicarle su vida a la revolución.

 

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"Tengo 15 años de estar en el frente 27 de las Farc", dice Juana*, quien sacude sus botas y da manotazos para retirar la tierra de su pantalón.

 

"Me tocó dejarlas. Eran muy pequeñas cuando me vine para el movimiento por causa del paramilitarismo que me desplazó y me tocó dejarlas con mi familia”, sostiene.

 

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Dice que sus hijas están en el Valle del Cauca y cuando hay posibilidades los comandantes del frente le dan permiso para poderlas llamar.

 

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"En la situación  en que estábamos antes no podíamos quedar en embarazo. Aquí solo es para el estudio y la lucha", afirma, y no para de reír, mientras juguetea con sus botas.

 

Dice que los 14 años que lleva sin ver a sus hijas (risas), las piensa. "Me hacen mucha falta" y reitera: "No era fácil para que los comandantes nos dieran esa posibilidad".

 

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Afirma que a sus hijas se las imagina "muy lindas" y sabe que estudian y son juiciosas.

 

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"Lo que me dicen sus abuelos es que son muy echadas para delante. Ellos entienden en la situación en la que yo estoy", mira la llanura y recobra su risa tímida y nerviosa.

 

Su primer combate fue a los 20 años durante un hostigamiento que hicieron en el sector de La Gemelas en Vichada contra unos paramilitares.

 

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"El primer combate uno siente que el mundo se le va abrir. Eso es horrible, pensé en mis hijas.

 

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Juguetea con su expresión corporal y reconoce que se fijaba al fusil porque era su vida y era lo que tenía al pie, pero reitera que la paz es más favorable y le permitirá ver de nuevo a sus hijas.

 

"Habrá mejores espacios para mirar nuestras familias. Después que firmemos la paz las pienso visitar porque no nos conocemos", insiste.

 

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Juana* no habla muchos del padre de sus hijas, pero sí de sus sueños cuando todo en el campo de batalla finalice. "Después de la paz quiero ser enfermera y terminar mi bachillerato".

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