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Amar, cuidar y disfrutar la familia: grandes enseñanzas de la cultura wayúu

Fue una experiencia maravillosa reconocer los colores de la Guajira Y conocer a estos colombianos que requieren nuestro respeto por sus prácticas y dinámicas culturales.

Alberto Linero
Alberto Linero
Foto: cortesía

Juntos en torno al fuego escuchábamos los relatos de su cosmovisión. La manera como Maleiwa creó el mundo y las bendiciones de Juyá. La oscuridad de la noche, y que no haya energía eléctrica, permite disfrutar el firmamento, y ellos van explicando el mensaje de alguna de esas estrellas para su cotidianidad.

Estamos en la ranchería Pirruwaitamana conociendo la cultura Wayuu, entendiendo su sistema matrilineal, en el que las mujeres cumplen una función de unidad familiar en la construcción de los clanes; también su oralidad y la continua necesidad de sostener sus usos y costumbres; su manera de habitar un territorio inhóspito y agreste en el que realizan su actividad de pastoreo de chivos, de caza y de agricultura; igualmente, la manera en la que luchan por defender su identidad cultural y mostrar orgullosos sus valores, y a la vez, dialogar con el mundo de los arijuna que les ofrece oportunidades, pero a la vez les ponen dificultades para continuar.

Fue una experiencia maravillosa para mí, no solo el reconocer los colores de la Guajira, el azul intenso del mar caribe, el blanco sereno de la sal de Manaure, el rosado de los flamencos y de los camarones, y el amarillo ocre del desierto que se impone con firmeza, sino también conocer a estos colombianos que requieren nuestro respeto por sus prácticas y dinámicas culturales, y asimismo, nuestra apertura para que los proyectos que se ofrezcan –como el de los parques eólicos-, los tengan en cuenta y sean fuente de desarrollo para toda esa región.

El escuchar cómo preparan a los niños para que en la escuela puedan ser orgullosos de su raza frente al bullying que reciben, me hace volver a entender que solo podremos relacionarnos sanamente con los demás si logramos amarnos tal cual somos y respetar a los otros en sus propias características. Esa es la lección fuerte que se hace presente mientras comparto con el clan Aapshana.

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También agradecí mucho a la ranchería Utta, que nos recibió en el Cabo de la Vela. Pero paradójicamente, mientras celebro con estos hermanos el valor de la familia, recibo noticias de cómo la familia Riatiga, unos viejos vecinos del Barrio Olivo en Santa Marta, han perdido más de 10 miembros, entre los últimos mi amigo de infancia Holmes y su Papá Santos. Es como si el mensaje fuera amar, cuidar y disfrutar la familia, ya que no sabemos cuál es el último momento con ellos.

Escuche la reflexión de Alberto Linero en Mañanas BLU:

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