“Todo cambia”, dice la señora con la serenidad de las personas que han entendido la vida. Por eso, la mejor habilidad que tenemos que desarrollar es la de la adaptación. Adaptarnos a los cambios para poder ser cada día más y mejores.
Y sí, la señora tiene razón, y así lo constato ahora cuando pienso en la Bogotá que conocí en 1988, cuando llegué desde Barranquilla a vivir en el Seminario Valmaría en Usaquén y a estudiar la Teología en la Universidad Javeriana.
De esa ciudad fría, gris, lluviosa, ensimismada, que siempre me parecía triste, queda poco. Ahora está más cálida –aunque estos días han sido muy fríos-, llueve menos, y cada vez es más acogedora para los que como yo, hemos venido de otras partes para achantar nuestra tienda en medio de sus calles y tratar de desarrollar nuestros proyectos de vida. De alguna manera, aquí en Bogotá cabemos todos. Ella nos recibe con esa rara hospitalidad que nos da oportunidades.
Por eso, hoy cuando se cumplen 483 años de fundada, creo que tenemos que ser agradecidos con ella y comprometernos como ciudadanos para que sea cada vez mejor. Agradecidos de todo lo que nos brinda; si permanecemos en ella, es porque entendemos que cada vez estamos siendo mejores, pero a la vez, tiene que haber un compromiso con ella, que se tiene que expresar en un crecimiento en cultura ciudadana, esto es, en sostener una relación de cumplimiento con las normas y códigos que nos proponen para nuestra mejor convivencia y la decisión de cuidar toda la infraestructura que es nuestra y nos sirve a nosotros. A veces somos muy buenos para reclamar, pero no para asumir los compromisos que tenemos.
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La sección “Linero al Barrio” me permitió conocer la ciudad a través de más de 50 historias de vida a lo largo y ancho de todas sus zonas, ver sus desigualdades sociales y sus pobrezas, pero también me permitió encontrar rostros de gente luchadora, comprometida con hacer de este, su hogar, algo mejor.
Bogotá es en verdad la ciudad de todos, y todos debemos mostrar que la merecemos. Soy un caribe que vive feliz en ella y disfruto de sus dinámicas culturales. En mí se cumplió esa descripción de García Márquez en el Amor en los Tiempos del Cólera: “Esa ciudad que, con su lloviznar de siglos, te trastoca el sentido de la realidad”. A mí me lo transformó y se lo agradezco.
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Escuche la reflexión de Alberto Linero en Mañanas BLU:
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