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Colombia no será más feliz mágicamente: nos falta honestidad, generosidad, disciplina y esfuerzo

Ser feliz no puede ser un antídoto para el esfuerzo y la lucha diaria, ni la negación de los conflictos que tenemos; tiene que ser una búsqueda cotidiana para nosotros y los que están a nuestro alrededor.

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Alberto Linero
Foto: Instagram @PLinero

Nos gusta hacer ranking de todo y de todos. Vivimos en una constante competencia que a veces nos hace perder el sentido de las situaciones, de la identidad y de los procesos que estamos atravesando.

Con el boom del tema de la felicidad, se han puesto de moda los listados de los países más felices del mundo, y nosotros los colombianos, acostumbrados a creer que tenemos el segundo mejor himno de todos, también hemos celebrado que algunas encuestas nos expongan como uno de los países más felices del planeta.

Lo cual siempre es motivo de sospecha, de análisis y critica, porque queremos entender qué es lo que eso significa en nuestra vida individual y social.

Sin embargo, el sábado salió el Informe Mundial sobre la Felicidad, realizado por la ONU, en el cual se mide fundamentalmente el PIB per cápita, la esperanza de vida saludable, la calidad de vida de las personas y la atención que dieron los gobiernos del mundo a la pandemia, así como el nivel de apoyo social, la libertad para tomar decisiones y la generosidad de las personas. El informe nos mostró que Colombia va siendo un país más infeliz, ya que en el 2020 ocupó el puesto número 44, pero este año está en el 52.

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Creo que este es un listado que expresa de buena manera lo que estamos viviendo como país, ya que muestra cómo nos sentimos frente a toda la situación que atravesamos. El listado es otra forma de mostrarnos los desafíos que los serios problemas sociales, vividos a diario, nos generan.

A mí me gusta señalar la centralidad de la felicidad en nuestra vida, entendiéndola como la armonía interior que nos permite existir con alegría y estabilidad cotidianamente. Sabiendo que no se opone a la insatisfacción con la que tenemos que vivir para poder crecer, superar las dificultades y satisfacer las necesidades fundamentales.

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Ser feliz no puede ser un antídoto para el esfuerzo y la lucha diaria, ni la negación de los conflictos que tenemos; tiene que ser una búsqueda cotidiana para nosotros y los que están a nuestro alrededor.

El país no va a ser más feliz mágicamente, sino que será el resultado de proyectos de vida marcados por la honestidad, la generosidad, la solidaridad, la disciplina y el esfuerzo. Creo en lo que Daniel Gilbert llama felicidad sintética: “aquella que producimos cuando no conseguimos lo que queremos”.

Escuche la reflexión y el análisis de Alberto Linero en Mañanas BLU:

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