“Eres lo que comes”, me dijo la nutricionista con actitud de filosofa, y con datos me mostró cómo hay una relación directa entre los alimentos que ingerimos y la situación de nuestra salud física. Desde ese momento, estoy muy atento a mi nutrición y trato de comer balanceado siempre.
Una de las opciones de vida que hice fue no ingerir más bebidas azucaradas, ya que los datos son claros en mostrarnos que el consumo de estas se relaciona con la obesidad y el sobrepeso, los cuales pueden ocasionar enfermedades no transmisibles, como las cardiovasculares, diabetes y cáncer.
Así mismo, son también factores de riesgo modificables, y la disminución en el consumo de estas bebidas, reduce la prevalencia de las enfermedades no transmisibles que acabo de mencionar.
En Colombia, según la Encuesta Nacional de Calidad de Vida, de 48.683 personas mayores de 2 años en todo el país, un 68,4% manifestó ser consumidor de bebidas azucaradas, y al mirar por grupos de edades, los menores son el mayor porcentaje, puesto que el 82,9% de los que tienen entre 9 y 13 años, dijeron consumir frecuentemente estos productos; por eso celebré que el Concejo de Bogotá aprobara el proyecto de acuerdo que desincentivará el consumo de bebidas azucaradas en los colegios de Bogotá.
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La idea es que las directivas de 2.242 colegios privados y distritales, empiecen con campañas de concientización frente a su consumo, y progresivamente busca que las instituciones cuenten con nutricionistas que eduquen a los niños y jóvenes en este aspecto tan importan para la vida.
Creo que no se trata de imponerle nada a nadie -somos seres libres que debemos decidir qué comemos- pero sí de brindarnos toda la información necesaria para que entendamos que nuestra salud depende en gran medida de lo que comemos.
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Se requiere generar estrategias atractivas para que los jóvenes entiendan la importancia de cambiar este tipo de comidas tan agradables y sabrosas para el gusto.
Está claro que el azúcar es de lo más adictivo que tenemos, por eso necesitamos mucha disciplina y fuerza de voluntad para liberarnos de ella cuando hemos caído en sus garras. Pero si desde niños educamos en la buena nutrición, podremos garantizar que los indicadores de esas enfermedades bajen y los menores puedan vivir más saludables.
Para mí la clave del bienestar emocional y físico está en saber comer, hacer ejercicios y en tener una buena experiencia espiritual.
Escuche la reflexión y el análisis de Alberto Linero en Mañanas BLU:
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