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El fútbol no es para matarse ni para ser enemigos eternos, aprendamos de Neymar y Messi

También veamos el ejemplo de Luis Díaz, tiene una historia que debe inspirar a muchos, pero sobre todo que nos debe impulsar a valorar nuestros indígenas.

Alberto Linero
Alberto Linero
Foto: cortesía Alberto Linero

Detrás de las emociones, los gritos, las jugadas y las lágrimas que se pueden producir luego del partido final de un torneo, están las estrategias, los análisis y las enseñanzas. Estoy seguro que la cotidianidad es fuente inagotable de aprendizajes. Se equivoca el que cree que el deporte es solo un negocio o un ejercicio físico.

Bien ha dicho Albert Camus: “Lo que con más seguridad sé a la larga sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al futbol”. Por eso, me quedo con la alegría de Messi, que como un niño, reía, cantaba y celebraba su primer título de mayores con la Selección Argentina; allí la lección es obvia: “persistencia”. Seguro si hubiera hecho caso a los caníbales que viven declarando fracasado al que lo intenta, no hubiera celebrado este sábado. La invitación es a no darnos por vencidos fácilmente y a no darle poder en nuestra vida a los que no son importantes en ella y solo saben criticar.

También pienso en la actitud y los valores de Neymar, que aunque llora la derrota y declara que odia perder, va a visitar a su amigo Messi en el camerino ganador para felicitarlo. Clara lección para algunos que creen que el fútbol da para matarse o ser enemigos eternos y olvidan que es una puesta en escena que no define la vida toda. Ojalá aprendan de estos ídolos y entiendan que ser adversarios en el deporte nunca puede llevar a la violencia.

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Resalto también esa capacidad resiliente de los italianos, que pasaron de quedar eliminados para el mundial de Rusia, a ser campeones de la Eurocopa; allí hay un líder –como Roberto Mancini–, un proyecto, unos grandes jugadores y una pasión para alcanzar la gloria. Las soluciones no son frutos de la magia, ni de la imposición, sino de la planeación y el trabajo inteligente y disciplinado.

Pero quizá lo que más me emociona, es la presentación de Lucho Díaz, el de Barrancas Guajira, el de origen Wayuu, el de las jugadas espectaculares, el del fútbol alegre y vistoso. Ese, que tiene una historia que debe inspirar a muchos, pero sobre todo que nos debe impulsar a valorar nuestros indígenas, entendiéndolos desde sus usos y costumbres, mirando hacia esas regiones apartadas y hasta abandonadas por el estado, que requieren proyectos que les permitan desarrollarse como individuos y comunidades. No basta con celebrar a este gran jugador, es necesario actuar en esas regiones.

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Escuche la reflexión de Alberto Linero en Mañanas BLU:

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