Las pantallas invadieron nuestra vida. Casi todo se hace por medio de ellas. Nos divertimos, nos relacionamos, exploramos el mundo frente a estos artefactos y la pandemia logró que hasta trabajáramos y estudiáramos con ellas delante de nosotros. De hecho, el COVID hizo que el tiempo de exposición ante estas subiera en un 40% en los adultos y un 50% entre los niños y adolescentes.
Esto trae consecuencias. Por un lado, se nos trasforman muchas de nuestras rutinas por la inclusión de este nuevo hábito, pero a la vez, esto nos está ocasionando un gran cansancio.
Se está hablando de la “Fatiga de Zoom”, luego de las conclusiones de una investigación realizada por el laboratorio de interacción humana de la Universidad de Stanford.
En esta, queda claro que toda la dinámica de estar frente a una pantalla interactuando, a veces con rostros y otras veces simplemente con un avatar; sentados en una silla y sin poder tener la posibilidad de establecer una comunicación más efectiva y marcada por lo gestual, está ocasionando un estrés más del que ya tenemos.
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La falta de contacto con el mundo exterior, el no poder recibir abrazos, ni poder ver con qué cara están haciendo los comentarios los demás y hasta tener inconvenientes con la conexión, hace que este nuevo hábito sea fuente de aburrimiento y tensiones interiores.
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Creo que esta fatiga se manifiesta, en principio, en la calidad de producción de los empleados de una empresa, pero también en sus experiencias emocionales, ya que muchos, frente a esta nueva forma de relacionarnos y reunirnos, se pueden sentir irritados o frustrados.
Para quienes necesitamos de las expresiones y las reacciones de los demás para establecer una mejor comunicación, es muy difícil acostumbrarnos a ver cámaras apagadas, o las pocas participaciones en los encuentros en los que se supone, todos deberíamos participar.
Este es un tema en el que es posible mejorar, porque no se puede pretender que esta forma de trabajo desaparezca; para ello, se hacen recomendaciones que van desde usar un teclado externo para poder hacer más grande el espacio entre la persona y la pantalla, hasta moverse un poco por el espacio físico en el que se está participando en la reunión.
Lo cierto es que no podemos permitir que esta fatiga nos gane; así que nuestra tarea es crear espacios para vivir de la mejor manera cada reunión
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Escuche la reflexión y el análisis de Alberto Linero en Mañanas BLU:
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