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La pandemia me enseñó a cocinar y a entender la verdadera sazón de la vida

Nunca estudié cocina, ni me creía con habilidades para el oficio, pero este tiempo me dio la oportunidad de experimentarlo, y la verdad es que lo he gozado.

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Alberto Linero / Foto suministrada

Lo hemos dicho hasta la saciedad: ¡La pandemia nos ha cambiado la vida!, pero es en las rutinas diarias y en los aprendizajes adquiridos donde descubrimos el peso real de esta afirmación.

En mi caso, por ejemplo, el estar confinado en casa durante tanto tiempo y no tener la ayuda de la persona que nos colabora con las acciones domésticas, me impuso el tener que hacer muchas de esas cosas en las que no tenía gran experiencia. Desde lavar los baños, hasta planchar la ropa, pasando por aspirar y hacer el aseo del apartamento.

Pero tal vez la experiencia que más aprendizajes me regaló, fue la de cocinar. Por eso hoy en el Día Internacional del Chef, una fecha que instauró la Asociación Mundial Culinaria para rendir homenaje a todos aquellos que desde su creatividad combinan sabores, olores y colores para degustar el paladar de muchas personas, quiero compartir mis aprendizajes.

Nunca estudié cocina, ni me creía con habilidades para el oficio, pero este tiempo me dio la oportunidad de experimentarlo, y la verdad es que lo he gozado. Sé que no son pocos los que al igual que yo, en este tiempo se han adentrado a la cocina y han intentado preparar varías recetas.

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En mi caso, cocinar me ha dejado por lo menos cuatro lecciones:

1. Valorar el trabajo de las otras personas. Por sencillo y a veces insignificante que parezca. Creo que nunca agradecí con intensidad y explícitamente el esfuerzo de mi madre por cocinarnos, ni de las personas que lo hicieron en el seminario y en las casas evangelizadoras en las que estuve.

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2. Siempre se puede aprender. Tenemos que dejar a un lado esas taras que nos hacen creer que “loro viejo no da la pata”. Sí la da. Si nos abrimos a la novedad y ponemos nuestra atención, seguro aprenderemos y eso siempre nos hará crecer.

3. Dejarme guiar. No solo vi tutoriales en internet, sino que llamé a mi mamá y a mis hermanos para que me dieran indicaciones de cómo se preparaba un plato. Necesitamos entender que en la vida siempre podemos aprender del otro, que el aprendizaje es un evento social.

4. No puedo dejar que las privaciones de todo este tiempo y los momentos duros que he vivido, me cieguen y me hagan creer que todo ha estado mal.

Hemos aprendido y hemos gozado muchas experiencias y damos gracias por ellas.

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Escuche la reflexión y el análisis de Alberto Linero en Mañanas BLU:

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