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No basta derribar el edificio Mónaco, se necesita un proceso cultural: padre Linero

No podemos dejar que los malvados que mataron tanta gente sean héroes, ni que la indiferencia nos haga creer que tanto dolor no dejó huella.

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Foto: Blu Radio - Edificio Monaco / AFP

Tengo muchos recuerdos del impacto de la bonanza marimbera de finales de los años setenta e inicios de los ochenta en mi ciudad, Santa Marta. Recuerdo señores que tenían unas albercas para guardar los dólares que les llegaban en saco. Recuerdo las camionetas Ranger que recorrían velozmente nuestras calles, recuerdo tiroteos y todas esas noticias de atentados y de muchas muertes. 

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Eso siempre me hizo estar atento a la influencia cultural que tiene el fenómeno del narcotráfico en nuestra sociedad. 

Ayer, en medio de la noticia de la implosión del edificio Mónaco, conversamos con un niño de 14 años que tenía como héroe a Pablo Escobar. Eso nos hizo reflexionar en torno a cómo ese nefasto personaje ha marcado la vida de algunos de nuestros jóvenes. 

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Considero que ese tipo de situaciones nos llevan a valorar aún más la implosión de esa construcción de ocho pisos que el narcotraficante Pablo Escobar Gaviria mandó a hacer para que él y su familia vivieran a sus anchas, con sus piezas de arte y automóviles clásicos en el exclusivo sector de El Poblado en Medellín

Por eso, desde esta mañana las 1.500 personas residentes en el barrio Santa María de los Ángeles, deben evacuar sus viviendas y sitios de trabajo, para poder hacer el derribamiento controlado. Luego, serán tres segundos que tardará en caer ese símbolo del narcotráfico. 

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Ojo, que esto quede claro: no se trata de borrar la historia, sino de mostrar cuál debe ser el destino de esas prácticas en nuestra sociedad. Ahora, la implosión del Mónaco debe ser parte de todo un proceso de conocimiento de la verdad, que nos haga entender y solidarizarnos con las historias de las víctimas y luchar para generar las estructuras sociales de justicia y equidad que permitan que no se vuelvan a repetir hechos como estos. 

Es hora de entender el peso cultural que este fenómeno ha tenido en nosotros. De hecho, creo, muchas prácticas de ilegalidad y corrupción que hoy vivimos tan cotidianamente tienen su causa en la arrolladora influencia de este fenómeno. Por eso creo que no basta con esa acción física, que tiene mucho peso simbólico, sino que se hace necesario todo un proceso cultura que desde las aulas, las familias, los medios de comunicación, las nuevas tecnologías, se nos haga notar que esas dinámicas del narcotráfico nos han impregnado como sociedad y que necesitamos, desde opciones éticas, claras y fuertes, deshacernos de ellas. 

No podemos dejar que los malvados que mataron tanta gente sean héroes, ni podemos dejar que la indiferencia nos haga creer que tantas situaciones dolorosas no dejaron ninguna huella. 

Es el momento de comportarnos como nuestro discurso lo insinúa. Sin esa decisión, todo queda en bellos saludos a la bandera. 

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