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¿Revisar o no el celular de los hijos para prevenir peligros? El análisis de Alberto Linero

La crianza no se hace a distancia, no se le puede entregar ese compromiso al televisor o al internet. Más adelante, ellos tendrán la posibilidad de construir su propia intimidad.

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Hay un recuerdo de mi infancia que tengo muy claro, este es el de la llegada del colegio a mi casa, siempre al medio día. Al llegar lo primero que hacía era almorzar y luego me reunía con mi mamá. Ella, casi como en un ritual, sacaba cada cuaderno e iba revisando y anotando cada tarea que tocaba hacer; inmediatamente me armaba un plan para la tarde. Así pasaba la otra mitad del día en la que no estaba en el colegio, haciendo las tareas, y al fin cuando terminaba, podía salir a jugar bola e trapo con mis amigos del barrio.

Entiendo que ahora es más duro para los papás poder dedicar ese tiempo a sus hijos, esto porque se encuentran trabajando y cumpliendo muchas otras obligaciones, y en tiempos de pandemia, quizá el teletrabajo y las extensas jornadas laborales no lo permitan. Sé que los míos eran otros tiempos, pero después de conocer el caso de la maestra que en Manzanares, Caldas, descubrió que una niña de 7 años había sido abusada sexualmente, por una frase escrita en su cuaderno, que decía: “mamá, me quiero morir”. Estoy seguro es necesario insistir en que los padres estén mucho más cerca, mucho más atentos a sus hijos.

Esta cercanía pasa por lo emocional, por la capacidad que deben tener los padres de conectar con sus procesos emocionales, pero también va por el conocimiento directos de sus actividades, de lo que hacen día a día. Los padres deben conocer, por ejemplo, a los amigos de sus hijos, los juegos con los que se entretienen y los espacios que comparten. También deben sentirse con la autoridad de revisar sus cuadernos, sus tablets y sus celulares -en el caso de quienes entregan a sus hijos estos dispositivos-, para que puedan saber a qué se dedican y cómo se comportan. No tengan miedo de hacerlo, esa puede ser la salvación para ellos en algunas circunstancias.

Es claro que en cierto momento los niños empiezan a ampliar su margen de intimidad a medida que se van haciendo más grandes, pero cuando están pequeños, los papás deben estar muy cerca de ellos, atentos, intentando descubrir siempre sus intereses para que se puedan establecer así relaciones sanas entre padres e hijos.

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La crianza no se hace a distancia, no se le puede entregar ese compromiso al televisor o al internet. Más adelante, ellos tendrán la posibilidad de construir su propia intimidad.

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