enemigos que quieren vernos fracasar, “debemos tener a Dios como nuestro escudo para que las armas usadas en contra nuestra no prosperen”.
Corson afirma que si bien Dios está con nosotros siempre, en el momento en el que lo desobedecemos se convierte en nuestro enemigo porque caemos en el pecado y nos alejamos de su presencia.