y a que conoceríamos el pecado.
Es así como conocimos del fruto prohibido, desobedecimos a Dios y fuimos pecadores. Pero el amor de Dios es tan grande que prefirió perdernos a que no conociéramos la libertad, ya que a través de ella podemos tomar la decisión de amarlo o rechazarlo.
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Finalmente, en esta reflexión cabe resaltar que Jesús, que siempre obedeció a Dios, fue juzgado como un pecador más. Dios no amó tanto que puso nuestros pecados sobre su hijo.