El vuelo de los colibríes -una maravilla de la naturaleza- les permite revolotear sobre una flor con precisión quirúrgica y sin rozarla. Hoy un estudio desvela cómo lo hacen: su agudo sentido del tacto les permite crear un mapa corporal tridimensional que les ayuda a geolocalizarse con exactitud.
Un estudio de la Universidad de California (UCLA) revela cómo los colibríes utilizan la presión del aire en sus plumas y patas para geolocalizarse, activando neuronas específicas en su cerebro.
Un estudio de la Universidad de California (UCLA) revela cómo los colibríes utilizan la presión del aire en sus plumas y patas para geolocalizarse, activando neuronas específicas en su cerebro.
Los receptores en el pico, la cara y la cabeza de los colibríes captan la intensidad de la presión del aire y transmiten esta información al cerebro para medir la orientación del cuerpo respecto a objetos cercanos.
Los pinzones cebra tienen una organización neuronal similar pero con una sensibilidad ligeramente menor, lo que resalta la especialización del vuelo de los colibríes.
El estudio puede mejorar tanto la conservación de los colibríes como el desarrollo de tecnologías basadas en sensores, como prótesis y dispositivos autónomos.
Los cerebros de las aves, a diferencia de los humanos, no tienen una corteza estratificada, pero el estudio muestra cómo se organiza el tacto en sus cerebros anteriores.
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