Para acabar la corrupción, empecemos por cambiar nosotros: padre Linero
Necesitamos prácticas individuales, cotidianas, que generen dinámicas que transformen la cultura del facilismo, del ‘vivo’, del aprovecharse del otro.
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Colombia es el país más corrupto del mundo según un sondeo de la revista US News. Nuestro país encabeza el listado seguido de México y Ghana. Para establecer este escalafón, se consultó la opinión de 20.000 personas en 73 países.
Vea aquí: Colombia es el país más corrupto del mundo, según ranking de percepción de U.S. News
No quiero entrar en la discusión de si se trata de una percepción o si esto es real o no. De lo que debemos ser consciente es de las continuas prácticas de corrupción que a diario se ve en las calles.
Recuerdo un amigo que me contaba con algo de emoción que le había pagado $ 50.000 a un agente de tránsito para evadir una infracción. Lo miré con extrañeza porque él es quien más habla en contra del fenómeno.
También hay otras personas que no hacen la fila, que se roban los puestos o quienes compran cosas robadas como partes de carro o celulares.
Entiendo que debe haber normas estrictas contra la corrupción y que se le debe exigir a los funcionarios públicos que sean honestos y que en sus acciones expresen los códigos de éticas de sus empresas, pero creo que necesitamos prácticas individuales, cotidianas, que generen dinámicas que transformen esta cultura. Esta cultura del facilismo, esta cultura del vivo, esta cultura del aprovecharse del otro. Esta cultura que nos hace caer en trampas éticos.
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