María Helena, la abuela que vende dulces y regala sonrisas en la frontera

Aunque está en condición de discapacidad, dice que nada le puede impedir rebuscar los 5.000 pesos para la comida en el puente Simón Bolívar de Cúcuta.

BLU Radio, María Helena / foto: BLU Radio

En medio del caos y el caminar frenético de los ciudadanos venezolanos que atraviesan el puente Simón Bolívar para llegar a Colombia por Cúcuta, hay una mujer que hace que las paradas sean obligatorias.

 

Como si fuera otro filtro de Migración, o de la Dian, del lado colombiano de la frontera, una mujer madruga todos los días para vender dulces, chicles y cigarrillos que sirven para aliviar el paso apurado de los migrantes que buscan qué llevarles de comer a sus familias.

 

Se trata de María Helena Vera Fuentes, una abuela de 75 años a quien no le importa estar en condición de discapacidad para trabajar y llevar algo de dinero a su vivienda en el estado Táchira.

 

Desde hace 14 años sus pasos giran al ritmo de una silla de ruedas, luego de caer de un árbol de aguacate, muy cerca de su casa, tratando de recoger sus frutos y darles de comer a sus tres hijos.

 

A mi nada me detiene. Tengo las manos buenas para trabajar, tengo las ganas de no detenerme. Muchos quieren que les regalen cosas, pero yo prefiero ganármelas así sea de a poquitos”, cuenta la abuela mientras adorna su cara con una sonrisa.

 

Cabello color ceniza, manos arrugadas y aferrada a su vieja silla de ruedas, doña María Helena recuerda poco de Bogotá, su ciudad natal, pues desde que era una niña se crio en San Antonio, estado Táchira.

 

“A pesar que las cosas estén tan duras no dejo a mi Venezuela. Es un país muy bonito, me dio familia y tengo todo gracias a ella. La crisis ha sido dura, pero me gusta venir a trabajar para volver con algo de dinero”, agrega doña María.

 

Entre monedas de $ 100 y $ 200 pesos que guarda en un tarro de cartón, la mujer asegura que se hace diariamente entre 5.000 y 10.000 pesos diariamente que le sirven para comer, además ahorra para surtir nuevamente su improvisado negocio.

 

Yo recuerdo a Venezuela cuando era bueno, cuando estaba bonito. Yo misma conocí a Chávez porque un cuñado lo llevó a la casa. Ese hombre era muy guapo, hermoso y buena persona”, afirma la abuela.

 

Actualmente vive, como ella misma lo dice, en una casa de lata en el barrio Llano Jorge, espera a que sean las 6:00 de la mañana para bañarse y cruzar la frontera por el Puente Simón Bolívar e instalarse del lado colombiano con sus dulces.

 

Trabajo todos los días porque todos los días se tiene que comer. Descanso los domingos porque uno también lo necesita. Le agradezco a Colombia porque me ha ayudado mucho, pero no acepto mendigar, prefiero trabajar”, cuenta.

 

La abuela, como le dicen de cariño los transeúntes, regala sonrisas pausadas pero contundentes a quienes le compran. Lo único que le borra de su rostro la alegría es el nombre de Nicolás Maduro.

 

Ese señor se tiró el país. Ha sido egoísta al no dejar que entren las ayudas humanitarias por el puente Tienditas. Eso no se hace porque allá (en Venezuela) hay muchas personas muriendo de hambre”, agrega.

 

Al llegar la tarde, cuando el sol se oculta por las montañas de Cúcuta, doña María Helena pide a los ciudadanos venezolanos a que le ayuden a cruzar nuevamente la frontera y empuja su silla de ruedas mientras las monedas del producido le hacen una banda sonora.

 

Mañana nos vemos porque trabajo hay todos los días. El día que no se trabaje, ese día simplemente no se come en Venezuela”, concluye.

 

 

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