¡Apostémosle a la vida!: editorial de Ley del Montes

Cada parque y cada centro educativo y cultural que abre sus puertas en Barranquilla es un espacio que se les cierra a los violentos. Cada escuela que se inaugura es un hombre nuevo que se forma para el bien de la comunidad. Cada escuela y cada parque que se construye en la ciudad, no es un gasto sino una inversión que dará sus frutos en el futuro inmediato.

Las mejores armas que pueden tener nuestros niños son un lápiz, un computador y un tablero. Un parque no es –ni puede ser- un escenario de guerra, sino todo lo contrario: un sitio de encuentro y reconciliación de quienes habitamos esta urbe alegre, pujante y próspera.

La primera obligación que tenemos quienes podemos disfrutar de esta Barranquilla que hoy vuelve a mirar al Río Grande de la Magdalena y al inmenso Mar Caribe es no volver a escribir la nefasta página del año pasado cuando en sus calles se cometieron más de 400 homicidios. Y para ello es necesaria –claro- la labor eficiente y certera de las autoridades, pero también se requiere de nuestra participación decidida y valiente para no dejarnos arrebatar lo que tanto trabajo nos costó alcanzar.

En la medida en que todos nos apropiemos de los espacios culturales, deportivos, educativos y recreativos que se abren en la ciudad -como el Parque Jardín Botánico que con sus 53 mil metros cuadrados de extensión acaba de ponerse a nuestro servicio- estaremos enviando un mensaje contundente a los violentos: la ciudad nos pertenece, y queremos disfrutarla y cuidarla.

Nuestra alegría natural y el goce que nos produce el poder disfrutar de cada rincón barranquillero, no se negocia. En la defensa de nuestros espacios culturales, deportivos, educativos y recreativos no estamos dispuestos a hacer concesiones. Y ello es así porque ningún derecho puede estar por encima del más grande de todos los derechos: el Derecho a la Vida.

 

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