En el barrio Campo Hermoso, en el occidente de Bucaramanga, una mujer se desmaya en un andén. Leticia García Cáceres llora desconsolada lágrimas de alegría porque después de 45 años volvió a ver a su familia.
A los 14 años se fue de su casa por la difícil situación económica de sus padres, quienes la criaron en el municipio de Onzaga, Santander, junto a ocho hermanos.
Su madre, María Raquel Cáceres, cuenta que, en esa época y por necesidad, aceptó que las monjas de un colegio en el pueblo se encargaran de Leticia.
“Las monjas se la llevaron, primero estuvo en Onzaga y luego supe que estaba en Belén, Boyacá, y ahí no volví a saber nada de ella. Rezaba todos los días a Dios para encontrarla”, recuerda entre lágrimas.
Mientras su familia la buscaba, Leticia trabajó por muchos años como empleada doméstica en Bogotá y en Tolima hasta que llegó a Huila, en donde su familia la encontró después de 45 años, gracias a un amigo que les ayudó a ubicarla solo con su registro civil.
Cuando por fin tuvieron noticias de ella, casi 45 años después, sus hermanas organizaron un reencuentro para volverla a ver.
Al llegar a Bucaramanga, la idea de ver a su familia reunida se convirtió en un sueño hecho realidad para Leticia.
En una vivienda del barrio Campo Hermoso estaba María Raquel Cáceres contando los minutos, que parecían horas, para ver a su hija.
Al tenerla frente a frente dice que sintió como si el tiempo se detuviera para ellas y Leticia se desgonzaba antes de poder abrazarla.
“Este es el mejor regalo que Dios me dio en mis últimos años”, dijo María Raquel, quien con 11 hijos, 27 nietos y 14 bisnietos asegura que este es uno de los días más felices de todos los que ha vivido a sus 76 años.
Acompañada por dos de sus tres hijos, una nieta y su yerno, Leticia llegaba a la casa de su mamá para abrazarla, para reír mientras recordaba anécdotas de su infancia y para decirles a sus hermanos que sin importar el tiempo nunca perdió la esperanza de encontrarlos.