Una de las preguntas que se nos atraviesan continuamente en el alma es ¿Hay que dar segundas oportunidades? ¿Cómo y cuándo hay que hacerlo? En estos días, en los que vivimos situaciones difíciles por la inseguridad y que se nos habla del hacinamiento en las cárceles del país, me encontré con una noticia en Barranquilla que me gustó y que junto a otras iniciativas, abre un interesante camino.
Este jueves, el ministro de Justicia Wilson Ruiz, y el director general del INPEC, mayor general Mariano Botero Coy, inauguraron un punto de venta en Barranquilla de la panadería ‘Libera Colombia’, que es atendida por reclusas.
Escuché a algunas de las reclusas agradecer la oportunidad que se les brinda y pensé en que necesitamos aplicar con rigurosidad la ley, pero a la vez, dejarnos de creer los dueños de la moral que piden que los otros se pudran en el peor sitio por sus errores o equivocaciones. Es obvio que todo tiene su proporción y que hay delitos que tienen que ser tratados con la dureza y los castigos necesarios, pero tenemos que llenar el corazón de amor, de perdón y generosidad para entender que las personas se pueden rehabilitar.
No podemos dejar que el dolor y las ganas de desquite nos cieguen y nos hagan perder los valores de la buena condición humana. Es claro que esa segunda oportunidad siempre tiene condiciones que tienen que ser analizadas y constatadas estrictamente, pero hay que abrir la posibilidad a que existan.
En el contexto bíblico se habla de los jubileos, cuando después de 7 semanas de año, se deja descansar la tierra por un año, y que terminaba entendiéndose como un tiempo de gracia que se ampliaba para otras dimensiones de la vida. Dejo claro que creo en la justicia y en la aplicación de la misma, pero creo que tenemos que abrirnos a la posibilidad de que los otros cambien y merezcan una segunda oportunidad. Si algún día llegara a equivocarme, quisiera que me la concedieran para demostrar que puedo enderezar y mejora.
Escuche la reflexión de Alberto Linero en Mañanas BLU: