Nada mueve más pasiones que el deporte. En especial el fútbol. No importa la nacionalidad, la profesión ni la condición social: los hinchas del fútbol solo entienden de alegrías o tristezas. De ir al cielo o bajar al infierno por los resultados. La verdad, soy uno de esos. Me divierto y sufro por el fútbol, pero sobre todo trato de aprender de las lecciones que se nos da a través de este bello deporte.
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Por mi afición al Barcelona y su aplastante derrota ayer, me han mamado gallo en las redes y he sentido el dolor de los que pierden, pero entiendo que esa es la lógica de las hinchadas y lo acepto. Creo que bromear por el fútbol es definitivamente una de las experiencias de la vida y debe vivirse con toda la alegría posible. En mi caso, acepto todas las bromas y el matoneo por ese partido; me divierto con la creatividad y las distintas ocurrencias.
¿Cómo molestarse cuando un equipo como el Liverpool fue tan superior y mereció el resultado? No obstante, quedan lecciones que debo asumir.
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Hay que aprender a reírse, aún en momentos de derrota.
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