Tras firma de paz, guerrillera quiere ver a sus hijas luego de 15 años

Relato de una mujer que inició su vida en las Farc con tan solo 16 años de edad.

Foto referencia: Blu radio

En la sabana del Yarí, en la vereda El Diamante en San Vicente del Caguán, camina pausadamente por una carretera polvorienta Juana*, una mujer de baja estatura, quien dice que su vida en la guerrilla de las Farc comenzó cuando tenía 16 años de edad.

 

 

Con una pañoleta cubre su rostro para evitar el polvo que deja una camioneta a su paso, sus nervios se denotan en una sonrisa chillona y tímida cuando asegura que lleva 14 años sin ver a sus dos hijas porque decidió dedicarle su vida a la revolución.

 

"Tengo 15 años de estar en el frente 27 de las Farc", dice Juana*, quien sacude sus botas y da manotazos para retirar la tierra de su pantalón.

 

"Me tocó dejarlas. Eran muy pequeñas cuando me vine para el movimiento por causa del paramilitarismo que me desplazó y me tocó dejarlas con mi familia”, sostiene.

 

Dice que sus hijas están en el Valle del Cauca y cuando hay posibilidades los comandantes del frente le dan permiso para poderlas llamar.

 

"En la situación  en que estábamos antes no podíamos quedar en embarazo. Aquí solo es para el estudio y la lucha", afirma, y no para de reír, mientras juguetea con sus botas.

 

Dice que los 14 años que lleva sin ver a sus hijas (risas), las piensa. "Me hacen mucha falta" y reitera: "No era fácil para que los comandantes nos dieran esa posibilidad".

 

Afirma que a sus hijas se las imagina "muy lindas" y sabe que estudian y son juiciosas.

 

"Lo que me dicen sus abuelos es que son muy echadas para delante. Ellos entienden en la situación en la que yo estoy", mira la llanura y recobra su risa tímida y nerviosa.

 

Su primer combate fue a los 20 años durante un hostigamiento que hicieron en el sector de La Gemelas en Vichada contra unos paramilitares.

 

"El primer combate uno siente que el mundo se le va abrir. Eso es horrible, pensé en mis hijas.

 

Juguetea con su expresión corporal y reconoce que se fijaba al fusil porque era su vida y era lo que tenía al pie, pero reitera que la paz es más favorable y le permitirá ver de nuevo a sus hijas.

 

"Habrá mejores espacios para mirar nuestras familias. Después que firmemos la paz las pienso visitar porque no nos conocemos", insiste.

 

Juana* no habla muchos del padre de sus hijas, pero sí de sus sueños cuando todo en el campo de batalla finalice. "Después de la paz quiero ser enfermera y terminar mi bachillerato".

"