A orillas del río Magdalena un ser de ojos afiebrados acecha a pescadores y mujeres jóvenes; a ellos los espera con ofrendas o para derribar sus canoas, a ellas las envuelve en cánticos hasta llevarlas a las recónditas cuevas que habita. Dicen que alguna vez fue un hombre y la única evidencia de su existencia son pequeños barcos hundidos o jóvenes desaparecidas.
No es posible reconstruir sin huecos el desarrollo del joven Ludwig van Beethoven en la segunda mitad de los años 80: muchas obras se han conservado de forma fragmentaria, y otras se han perdido totalmente.
En ausencia de una historia sobre las Romanzas resulta tentador especular que las romanzas se concibieron para conciertos de violín que nunca llegaron a ver la luz: entre los posibles modelos se hallan los movimientos lentos de los conciertos para piano, K-466 titulado “Romance” y K-491 de Mozart que Beethoven conocía a la perfección.
El Rondó para piano y orquesta en si bemol mayor, que escucharemos para comenzar este capítulo, al igual que muchas otras obras de Beethoven como el concierto para violín en do mayor no se conserva copiado en todas sus partes. Fue editado póstumamente en 1829, una vez que el antiguo alumno de Beethoven Carl Czerny hubo completado la parte de piano y la partitura de orquesta.