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De los niños muertos en el Bajo Baudó al abandono y pobreza extrema en el Chocó

Aunque ha pasado casi una semana de la denuncia de menores fallecidos, la relación con el Gobierno ha sido escasa y aún no se sabe la razón de la enfermedad.

Llegar al Chocó es de lo más difícil en Colombia, adentrarse en los resguardos indígenas del Bajo Baudó es mucho más complicado. Los ríos son las principales avenidas y las selvas recónditas, el escenario natural lleno de grandes riquezas, pero a la vez, el olvido de una civilización occidental que se aproxima cabalgando y cambiando las tradiciones ancestrales que están en cuidados intensivos.

El 23 de enero de 2020, los niños lloraban y se lamentaban frente a sus madres indígenas, las mujeres limpiaban el vómito y la fiebre de los cuerpos de los pequeños crecía con la temperatura ardiente del Bajo Baudó. Corrían donde el médico de la comunidad indígena Wounaan, quien, desde sus saberes ancestrales, se preguntaba qué era lo que estaba pasando con esos niños.

“¡Empezaron a morirse!”, dijo el indígena que retrata la situación en el corregimiento Buenos Aires.

Pasaron tres días. El 26 de enero, los casos de niños enfermos crecieron, pero fue hasta el amanecer del 27 cuando dos de los pequeños estaban sin vida, relató Metali Conquista Ismare, uno de los líderes de la comunidad.

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“Estaban con diarrea, vómitos, cosas que los niños no aguantan mucho. Los llevamos al médico tradicional porque el puesto de salud no tenía medicamentos, no les pudimos desde ahí brindar el primer auxilio, además, el traslado es muy difícil, ya que las familias no tienen dinero, no tienen recursos. Para trasladarlos con la comida se pueden gastar entre 200.000 y 300.000 pesos, por eso alzamos la voz para que el país nos escuchara”, narró el joven líder.

De acuerdo con los documentos suministrados por el Consejo de Autoridades del Pueblo Wounaan de Colombia y según sus propios y autónomos registros de control de fallecidos en Buenavista, se evidencia que los niños que murieron recientemente son de corta edad; Yarlex Isarama Cabezón, de 8 años; Seyi Conquista Chamarra, de un año y dos meses; Yafreida Cabezón Tegaiza, de un año; Beyiman Mepaguito, de 2 años y 7 meses; Juan José Ismare Barrigón, recién nacido, quien solo logró vivir tres días.

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Aunque no hay claridad de cuáles fueron las causas de las muertes, el Ministerio de Salud ha precisado que, junto a las autoridades en el Chocó, vienen trabajando de forma articulada para la atención y que no hay registro exacto de los fallecidos. Sin embargo, para la comunidad, esto es insuficiente, pues dicen que hasta ahora se ve la tardía llegada de expertos, pero la respuesta es que las dificultades de acceso han crecido por el clima y otros factores, lo que también respalda el líder Metali Conquista.

Buenavista es un corregimiento enteramente indígena, donde hay 1.513 habitantes en 280 familias, las casas son construidas con paja, las paredes son hechas o de tabla o de chonta, que es una planta que le llaman ‘barrigona’. Crece muy alto y en la mitad le sale una especie de ‘turupe’, esto sirve para la construcción de las viviendas que resisten a fuertes vientos y que conservan la esencia indígena de los Wounaan.

No hay acueducto, no hay alcantarillado, el río Sigrisúa es la única fuente de abastecimiento, pero a la vez es el baño y el lugar de entretención de los niños de la comunidad.

“Es como una quebrada donde se encuentra también la comunidad de Puerto Piña, la gente consume el agua de ese río”, cuenta Metali, con venia de respeto a uno de los proveedores de vida (el afluente hídrico).

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La gente vive de la caza y la pesca, pero principalmente de la agricultura en un territorio que, entre las selvas y los ríos, produce grandes riquezas como caña, banano, yuca, maíz, arroz y ‘papachina’, donde estos productos que nacen de la tierra se convierten en agradecimiento en medio de cada ritual que surge del interés por proteger la ancestralidad.

Desde Quibdó se puede arribar por tierra o por aire. Se debe llegar a Puerto Meluk en el Medio Baudó, en buses de servicio público. Desde ese lugar, la única alternativa es tomar una lancha rápida que se desplaza hasta Pizarro y cuesta aproximadamente 65.000 pesos, y partiendo del estado del clima, el trayecto fluvial puede ser de otras tres horas por el Río Baudó.

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Viene otra odisea: desde Pizarro se debe alquilar una lancha para llegar a Buenavista, corregimiento del Bajo Baudó, donde se presentó la epidemia que aún no se sabe de qué se trata. Aunque el mismo Instituto Nacional de Salud hace frente a la situación, se espera que pronto se establezca la razón de los cuadros sintomáticos de la población.

En Buenavista hay un colegio que recibe estudiantes de todas las edades: Institución Educativa de Buenavista. Allí hay 580 menores matriculados, donde los más pequeños tienen 4 y 5 años en preescolar. El deporte en el río es la mayor atracción, junto a la práctica de danzas tradicionales que son incentivadas por los mayores del resguardo.

Bajo Baudó, entre el fuego y el confinamiento

En 2016, la Acnur había solicitado protección para la población civil como consecuencia de acciones armadas.

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“Según nuestras estimaciones, basadas en las jornadas de registro de las autoridades locales y por información de las comunidades, el número de personas desplazadas asciende a 6.171 y a más de 7.000 quienes han quedado atrapados en sus propias comunidades sin poder salir a pescar, a sus cultivos y a las escuelas. Esta cifra es impresionante si uno piensa la implicación en términos de afectación de derechos para cada persona y familia”, dijo Martin Gottwald en mayo de 2016, el entonces representante de Acnur en Colombia.

Hacia finales de 2018, se denunció la presencia constante del ELN en el Bajo Baudó y con ella enfrentamientos entre la guerrilla y las Fuerzas Militares. En aquel momento, organizaciones denunciaron el desplazamiento de más de 80 familias indígenas, a su vez, una serie de confinamientos y frecuente acción del grupo al margen de la ley.

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El Gobierno les llevó algunos víveres y les brindó atención. Sin embargo, las necesidades no han cambiado y el resultado de acciones temporales o espontaneas no derrotan al olvido histórico en el que están sumidas la mayoría de las poblaciones chocoanas.

“Es una zona roja, aunque en el momento no hemos tenido desplazamiento, sí hemos estado confinados, amenazados, pero ahora mismo está de alguna forma controlado. Prefiero no decir mucho sobre eso”, cuenta el líder indígena, quien prefirió, por prudencia, evitar más comentarios al respecto.

En el libro ´De río en río´, escrito por el fallecido Alfredo Molano Bravo, se menciona cómo el controlar a la gente en los territorios del Bajo Baudó se convertía, de alguna manera, en estrategia más allá del tráfico de drogas.

“En el Bajo Baudó el conflicto armado parece centrarse entre el ELN y Los Rastrojos. Los informes de prensa y los informes oficiales —que son idénticos— afirman que se trata de conflictos por el control de las rutas del narcotráfico. No cabe duda de que los enfrentamientos buscan el dominio territorial, pero el último objetivo no es necesariamente el narcotráfico, puede ser el control estratégico de la población como fundamento logístico y político”, describió el profesor en su libro.

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Pobreza

En el reciente informe presentado por el Dane sobre la medida de pobreza multidimensional con desagregación en los 1.102 municipios de todo el país, con base en el censo realizado en 2018, el Bajo Baudó da cuenta de una pobreza en términos cuantitativos del 80,4% en necesidades insatisfechas, balance recurrente en gran parte del departamento del Chocó, donde los indicadores en analfabetismo, logros educativos, barrera a servicio para cuidados de la primera infancia, hacinamiento crítico, material inadecuado en las construcciones, acceso a servicios, entre otros factores, configuran una media similar en las poblaciones.

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Mientras que la pobreza medida en todo el Chocó es del 45%, en departamentos cercanos como Antioquia llega al 17,1% y en Risaralda alcanza el 12,5%. Hay municipios chocoanos como el Alto Baudó con una cifra extrema del 90,6%, o el Litoral del San Juan con 83,1%.

Lo que dice el Gobierno

El Gobierno Nacional, a través del Ministerio de Salud, dijo que no han podido establecer con exactitud la muerte de los niños, ni siquiera la confirmación de ello, adicional, que han desplazado un equipo de expertos a la zona, pero que las dificultades de acceso a los corregimientos más allá del casco urbano del Bajo Baudó ha sido inconveniente para una atención precisa.

Sin embargo, se ha establecido que el ministro (e) Iván Darío González realizaría personalmente una inspección en la zona en los próximos días para recibir de primera mano información de lo sucedido en semanas recientes.

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Entre tanto, la Secretaría de Salud departamental emitió una comunicación en la que confirmó la presencia, desde el 24 de enero, de brigadas con médico, enfermera, bacterióloga y equipo de vacunación e investigación epidemiológica, junto a vacunación, entre otras.

Asimismo, mencionan que se busca conocer las condiciones ambientales y de las fuentes hídricas para comprender las causas de los casos de diarrea y enfermedades que serían transmitidas por alimentos.

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Salud en el Bajo Baudó

A enero de 2020, los reportes entregados, según las situaciones de alerta, muestran incidencias en morbilidad y mortalidad por enfermedades diarreicas agudas (EDA), infecciones respiratorias agudas (IRA) y lesiones cutáneas.

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Particularmente en Buenavista, lugar donde se denunció la muerte de los menores, uno de los dirigentes de la organización indígena reportó a la Secretaría de Salud de Chocó que el 24 de enero 56 personas habían presentado síntomas gastrointestinales y respiratorios.

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La respuesta de las autoridades fue que, además del desplazamiento a la zona por parte de funcionarios de la IPS Funsoba, se remitieron cuatro menores de edad a Pizarro, cabecera municipal, donde fueron hospitalizados por bronquitis y gastroenteritis. Reportaron la atención de 189 personas de Buenavista, lugar en el que el 90% eran mujeres y 47 personas más fueron vacunadas. A su vez, indicaron la valoración de 107 personas en el corregimiento de Puerto Piña.

El llamado

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“Exigimos al Gobierno Nacional que nuestras dificultades se solucionen. Que nos construyan un puesto de salud con todos los elementos, herramientas, médicos, enfermeras, alcantarillado y acueducto para que se puedan controlar estas epidemias que se presentan todos los años. Estamos cansados porque hay informaciones que no llegan a la opinión pública. Si nos construyen eso, los problemas se pueden controlar”, dijo de forma recurrente el indígena líder de la comunidad de Buenavista.

 

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