una solución de emergencia que frene las emisiones de CO2 a la atmósfera porque según él a corto plazo las energías renovables no serán suficientes para mitigar los efectos del cambio climático especialmente, en los países pobres.
Por ello, Broecker defiende apostar por una tecnología revolucionaria diseñada por un norteamericano llamado Klaus Lackher, aún experimental: que pretende el secuestro y almacenamiento de carbono.
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El invento de Lackher es una en una especie de árbol artificial capaz de absorber el dióxido de carbono de la atmósfera, que luego podría ser almacenado bajo tierra.
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A diferencia de una planta real, no necesitan los rayos del sol ni hojas para hacer fotosíntesis y por lo tanto no requieren mucho espacio.
Se estima que cada uno de estos árboles podría llegar a extraer unas 90.000 toneladas de dióxido de carbono al año, el equivalente a las emisiones de aproximadamente 20.000 automóviles.
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Utilizando la tecnología disponible para la perforación de pozos petroleros, se podría crear un depósito en la profundidad del lecho marino para almacenar el CO2 extraído gracias a estos árboles.
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A esa profundidad y temperatura, el dióxido de carbono, es más denso que el agua, por esta razón, no podría elevarse del piso oceánico.
Sin embargo no ha recibido apoyo de la comunidad internacional científica.
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Los grandes desiertos, como el Sáhara y el australiano, serían sitios estupendos para el almacenaje del óxido de carbono.
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