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“No seré yo quien firme ese acuerdo, pero le entrego al próximo Presidente, algo que está en buen camino”, declaró ayer el presidente Juan Manuel Santos ante un grupo de empresarios alemanes.
En dicho encuentro, Santos también aseguró que espera que en esta nueva sesión de los diálogos con el ELN, está vez en La Habana, ante la decisión del gobierno de Ecuador no seguir siendo anfitrión de los mismos, espera llegar a un cese al fuego con esa organización guerrillera, se trata de una declaración realista por parte del jefe del Estado.
Se sabía que los tiempos no daban para avanzar más allá de mantener al ELN sentado en la mesa para que sea el próximo gobierno el que defina la suerte de la negociación.
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Y ella depende, sin duda, del propio ELN. Si ese grupo persiste en su posición absurda de seguir justificando el secuestro y la extorsión, así como los ataques a la infraestructura petrolera nacional, para tratar de mostrar una fortaleza militar de la que carece, entonces no tiene ningún sentido que el nuevo gobierno siga sentado en la mesa de La Habana.
No sería por culpa del nuevo presidente de la República que esta puerta a la reconciliación con el ELN se cierre.
El nuevo Presidente definirá su posición frente a ese grupo guerrillero, según lo considere pertinente y necesario, no puede ser de una manera diferente.
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