Leer a Luis Miguel Rivas es muy similar a comerse una trufita de chocolate, uno sabe que le espera algo en lo que el placer será el protagonista, pero no sabe en qué mordisco sucederá. La literatura de Rivas, atravesada por el lenguaje del barrio, de Medellín, tiene la consideración de un narrador que pese a que no lo ve todo, siempre está abierto para el lector. No es un espejo, sin embargo. Una ciudad que parece estancada en el tiempo y que escupe los últimos resquicios donde habita la ternura, la amistad y la belleza. En esta conversación con Luis Miguel, él en Buenos Aires y yo en Bogotá, hablamos sobre la poesía y el amor; acerca de esa fuerza demoledora que es la de escribir y sobre todo, sobre los amigos.
En una FILBo dedicada al cuerpo, pocas celebraciones resultan tan significativas como el homenaje a Darío Jaramillo Agudelo, cuya trayectoria poética y narrativa ha sido reconocida con numerosos premios y distinciones. Su obra, profundamente vinculada al amor, el erotismo y la experiencia corporal, es fundamental para entender la tradición poética colombiana. Como afirma el poeta Ramón Cote, existen muchos Daríos: el poeta, el narrador, el ensayista, el editor, el gestor cultural. A esa lista se suman el mentor, el antologador, el reseñista, el melómano y el amigo entrañable. En este homenaje, amigos y colegas se reúnen para conversar, ante un público fervoroso, sobre las múltiples y brillantes facetas de su vida y su obra.