Mausoleo en Bojayá recibirá los cuerpos de la masacre de hace 17 años

Cuando escucharon las primeras ráfagas, los habitantes de Bojayá sintieron que el demonio había despertado. Aunque el gobierno sabía que en cualquier momento los paramilitares se enfrentarían a las Farc, no pasó nada. Las alertas que se emitieron quedaron ahí, en un anuncio.

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Pero sucedió: iniciaron los enfrentamientos desde el primero de mayo de 2002 de ambos lados del río Atrato, pero fue al día siguiente cuando Bojayá sería reconocido en el planeta entero. En la iglesia del pueblo reposaban partes de cuerpos desmembrados y el olor a muerte era tan fétido que no permitía un solo respiro.

Uno de los cilindros lanzados por las Farc cayó en el recinto sagrado, donde cayeron, en su mayoría, niños y niñas. Los pocos que quedaron con vida hicieron retumbar el espacio con los gritos y el llanto que luego se escucharían en los medios de comunicación para que un pueblo, para muchos indolente, sintiera, al menos desde la distancia, el horror de la guerra.

Más de un centenar de personas dejaron de vivir hace 17 años. Mientras el padre Antún Ramos, párroco de la iglesia, trabajaba durante días y noches enteros, junto a Domingo Chalá, el cantante del pueblo, rescatando a los heridos y llevándolos a Vigía del Fuerte (al otro lado del Atrato), las esperanzas de otros se iban acabando.

Diecisiete años después, Domingo canta recordando ese 2 de mayo. Despojado del rencor, dice que no hay forma distinta al perdón para sanar el dolor que algunos han calificado como “el más grande dolor de la historia del conflicto armado en Colombia”.

El joven cura, que en ese momento contaba con apenas 25 años de edad, hoy lo encontramos en Quibdó. Sentado en la catedral, recordando que ese día, sin duda, fue el más cruel de su vida, pero el que más lo llenó de fe. Por eso, hoy sigue acompañando a las víctimas y es encargado de una parroquia muy cerca de la capital chocoana.

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Medicina Legal, la Fiscalía, la Unidad de Víctimas, el Centro Nacional de Memoria Histórica y otras entidades liderarán la entrega de 78 cuerpos plenamente identificados, dos más que no fueron hallados de forma simbólica, un cuerpo de un pequeño entre 4 y 8 años, 9 bebés que estaban en los cuerpos de sus mamás embarazadas y 8 personas más que se encuentran aún desaparecidas tras la masacre.

El 11 de noviembre llegarán los cuerpos a Vigía del Fuerte, del lado antioqueño del Atrato. Durante varios días, se realizarán acciones conmemorativas en honor a las víctimas y será el 17 y 18 de noviembre, cuando, en un acto solemne, lleguen los cuerpos al mausoleo que se ha construido en Bojayá nuevo, luego una serie de novenarios para cerrar el duelo y todos los ritos mortuorios tradicionales para los niños y adultos que allí perdieron la vida.

Y en medio de alabaos y arrullos, serán los líderes de las comunidades quienes pedirán que las acciones que se implementen de aquí en adelante suplan las necesidades que, incluso, 17 años después, siguen siendo, en muchos casos, indignas.

Pues, según dicen, no se trata solo de sanar psicológicamente el dolor de la guerra, sino recobrar dignidad de quienes recordarán en otros términos la historia, que hoy tiende a repetirse, pues, con otros nombres, los grupos armados buscan apoderarse de esa zona de Chocó.

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