Duque y Timochenko en Casa de Nariño, una imagen simbólica: opinión de Ricardo Ospina

Una foto simbólica e importante en medio de las críticas de algunos sectores políticos al acuerdo de paz de La Habana, sin duda es la que anoche se conoció del presidente Iván Duque hablando en la Casa de Nariño con Rodrigo Londoño, “Timochenko”, máximo jefe del partido Farc, luego de la firma de un gran pacto político y social contra la violencia electoral.Lea también: Duque viaja a Perú para reunirse con Martín Vizcarra y desarrollar gabinete binacional Se trata de un hecho notorio, porque ratifica la importancia del paso que dieron las Farc, de cambiar las balas por los votos y su compromiso para dejar de usar la violencia como vehículo para intentar cambios políticos.La visita de Timochenko al palacio presidencial se dio casi un año después de su primera presencia en la Casa de Nariño, en ese momento también en compañía de los jefes de los demás partidos políticos, luego de la votación histórica de la consulta anticorrupción, que alcanzó 11.700.000 votos.En el acto de ayer, que tuvo como garantes a la Iglesia Católica, a la Procuraduría y a la Defensoría del Pueblo, el presidente Iván Duque recordó el dolor por el asesinato de personas por sus ideas políticas y destacó que haya consenso para que, en teoría, la radicalización deje de llevar a esos extremos.Timochenko dijo que el presidente Duque en el breve encuentro que sostuvieron en Palacio, destacó su compromiso con la paz, que él mismo ratificó al señalar que el camino del acuerdo del Teatro Colón fue el correcto.Llamó la atención que no asistieron al encuentro de ayer en la Casa de Nariño ni la Colombia Humana de Gustavo Petro, uno de los principales partidos de oposición, ni el partido Renaciente, conformado por exministros del gobierno de Juan Manuel Santos.Pero el fondo del mensaje, así como la foto de Duque y Timochenko es poderoso, ojalá no se quede en buenas intenciones y en realidad vivamos una campaña a las elecciones regionales en paz y con transparencia.Escuche aquí la editorial de Ricardo Ospina, en Mañanas BLU: