La denuncia interpuesta por parte de la publicista Andrea Marín Rico en contra de su ex prometido el empresario Óscar Bustos Osorio, no puede verse como un eslabón más de la extensa cadena de violencia de género que hoy vive Colombia.
Las cifras muestran que estamos en presencia de un fenómeno alarmante y creciente: siete de cada diez mujeres son maltratadas y abusadas por sus parejas y cada día se reciben en el país cerca de 150 denuncias por parte de víctimas de maltratos físicos y psicológicos, según cifras de Medicina Legal.
Se trata, sin duda, de una verdadera tragedia social. No estamos en presencia de casos aislados, ni de lamentables episodios regionales. Todo lo contrario: el maltrato contra la mujer es un fenómeno que desbordó a las autoridades y a la misma Sociedad, no sólo en Barranquilla y la región Caribe.
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Las cifras indican que tanto los programas como las medidas adoptadas para combatir la proliferación de casos de maltrato contra la mujer están fallando y no se trata solamente de las penas impuestas a los victimarios, que deberían ser mucho más drásticas, sino de aquellas que se relacionan con la llamada sanción social, pues en algunos sectores el maltratador es protegido por su entorno familiar, social o laboral. Ese proceder alcahueta y cómplice contribuye no sólo a la impunidad de los hechos, sino al crecimiento del fenómeno.
En ese sentido la valiente decisión de Andrea Marín de denunciar a su victimario merece todo el respaldo y la solidaridad de la sociedad, en especial de quienes tienen en sus manos la adopción de medidas para luchar contra el maltrato de género, sobre todo el que tiene que ver con la mujer.
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El triste, lamentable y repudiable episodio en el que se vio envuelta Andrea Marín Rico no puede ser justificado desde ningún punto de vista y debe rechazarse de forma contundente. El agresor tendrá que responder por sus actos y asumir las consecuencias de su conducta.
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Las entidades encargadas de proteger la integridad y la vida de las mujeres de Barranquilla y del Atlántico deberán redoblar esfuerzos para que no se presenten nuevos casos de maltrato contra ellas. Es una misión muy compleja y su solución no es fácil, pero esa es una batalla que hay que librar todos los días, sin pausa y de forma implacable.
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