Sobre el archivo, sobre el movimiento qué podemos decir. Qué podemos decir sobre una memoria en la que sólo quedan fragmentos de papeles desperdigados por todas partes, sobre cuerpos sin nombre y diarios ocultos. Tamara Tenenbaum se hace estas preguntas sin renunciar a la ficción en su más reciente libro "La última actriz", una historia sobre el teatro judío en Argentina y, en especial, sobre la frustración y la obsesión por un pasado que parece estancado en la memoria de un solo sobreviviente. En esta conversación Tenenbaum hace una defensa de la intimidad y de las causas que no llegan a ninguna parte.
No es posible reconstruir sin huecos el desarrollo del joven Ludwig van Beethoven en la segunda mitad de los años 80: muchas obras se han conservado de forma fragmentaria, y otras se han perdido totalmente.
En ausencia de una historia sobre las Romanzas resulta tentador especular que las romanzas se concibieron para conciertos de violín que nunca llegaron a ver la luz: entre los posibles modelos se hallan los movimientos lentos de los conciertos para piano, K-466 titulado “Romance” y K-491 de Mozart que Beethoven conocía a la perfección.
El Rondó para piano y orquesta en si bemol mayor, que escucharemos para comenzar este capítulo, al igual que muchas otras obras de Beethoven como el concierto para violín en do mayor no se conserva copiado en todas sus partes. Fue editado póstumamente en 1829, una vez que el antiguo alumno de Beethoven Carl Czerny hubo completado la parte de piano y la partitura de orquesta.