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Ritual familiar en el desaparecido Armero: "Venimos cada año a darle una vuelta a la casa"

Los pasos de cientos de sobrevivientes y dolientes rompen el silencio cada año en la población arrasada por la la tragedia del Nevado del Ruiz en 1985.

Armero
Armero
Foto: Suministrada.

Julio Lezama, sobreviviente de la tragedia de Amero, contó en BLU Radio apartes de la historia familiar y la tradición que viven luego 36 años de la tragedia, donde perdió a su padre y 24 miembros más aún están desaparecidos.

Esta es una de los centenares de historias que aún se cuentan luego de 36 años, de la tragedia de Armero, para una familia, es tradicional regresar, a casa una de las pocas que quedaron en pie, para recordar a sus familiares y mantener viva la tradición Armerita con la que fueron criados.

Julio, con muchas pausas en su relato, asegura que es tradicional para su familia, regresar a lo que fue su hogar,

“Hoy,como todos los 13 de noviembre estuvimos en Armero, fuimos a darle una vuelta a la casa pues mirar cómo está la situación, a encontrarnos con amigos, a recordar amigos familiares conocidos personas que quedaron allí y digamos cómo guardar la memoria de lo que fue nuestro pueblo”, narra.

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La vivienda de don Julio Enrique Lezama Guzmán y doña Gabriela Ferruccio de Lezama, quien era secretaría de Agropecuaria en La Manga, aún permanece en pie, y se ha convertido en punto de orientación para aquellos que regresan a su terruño, está ubicada detrás del hospital San Lorenzo, en la calle 14 número 19 – 58, en la esquina de la cancha de fútbol. Con un largo silencio, y los ojos enjugados con su lágrimas, Julio, continua su relato,

Al lado vivía nuestra abuela materna Bernarda López, y se quedaron ahí, mi abuela, dos tías y un sobrino, no salieron y por eso se salvaron, mi papá desafortunadamente salió. Él ayudaba a la gente de la Defensa Civil y lo llamaron muy seguramente, si no hubiera salido estaría vivo”, prosigue.

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En el momento de la tragedia, Julio estaba con su mamá, doña Gabriela, en Bogotá, donde él adelantaba sus estudios superiores. Al momento de enterarse de la tragedia sin pensarlo dos veces viajaron a buscar a sus familiares.

Para el 7 de diciembre, cuando lograron evidenciar con sus propios ojos la magnitud de lo que había pasado en su pueblo, empezó la angustia de buscar a sus familiares. Según Julio, al llegar a su casa se dieron cuenta que estaba en pie y hasta con el candado en la puerta.

Por esa razón buscaron a Arcesio Molina, dueño de la Finca La Manga, quien les prestó una volqueta, para sacar sus pertenencias. Sin embargo, a la ténue esperanza sobrevino la peor desilusión en medio de una escena dantesca,

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“Nos tocó atravesar dos calles entre la 12 y la 14, porque todo estaba cubierto de lodo, nos acompañaban dos soldados. Al regresar encontramos que la casa estaba abierta totalmente abierta a pesar de que mi papá la había dejado un con seguros, con candado pero había gente allí rompieron las puertas de madera con hachas", refiere.

Armero antes de la avalancha

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"Encontramos a dos agentes de la Policía sacando la máquina de coser de mi mamá, a dos voluntarios de la Cruz Roja sacando la moto de mi hermana, ya habían sacado el equipo de sonido, los televisores, muchos electrodomésticos. Los soldados hicieron disparos al aire y los ladrones huyeron, recuerdo que Hernando Arciniegas, trabajador de don Arcesio, era un hombre corpulento y grande que se echó en sus hombros la nevera y así la sacó hasta la volqueta. En el trayecto casi se hunde en el lodo que todavía estaba fresco”, recuerda con tristeza.

Don Julio se toma una pausa, en sus ojos se reflejan décadas enteras de dolor que el tiempo no ha podido desvanecer. Tras tomar una bocanada de aire, cuenta que tras la tragedia solo lograron rescatar unos pocos muebles, algo de ropa y unos colchones. Estos últimos, apuñaleados, a lo mejor buscando dinero o joyas. De los tres perros que cuidaban la casa, cuenta, dos se salvaron. Fueron llevados con los sobrevivientes para proseguir sus vidas.

“Estos muros están, digamos protegidos por la naturaleza. Está una placa que nosotros pusimos para identificar nuestra vivienda. Es el recuerdo que hemos hecho un ejercicio, digamos de recuperar la vida que nos ha dado Dios, esta oportunidad de seguir adelante. para nosotros cada 13 de noviembre es inevitable recordar todo lo que fue la tragedia de hace 36 años y digamos los días posteriores cuando pudimos entrar a la casa y luego todas las visitas que hacemos anualmente aquí Armero”, concluye.

Autor: Fernando González / corresponsal de BLU Radio en Tolima

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