Triste es la vida de las celebridades. Siempre acosadas por la prensa. Siempre criticadas. Siempre asediadas. Todo lo que hacen es noticia y lo que dejan de hacer también. Nada en ellas pasa desapercibido, sobre todo para quienes no son celebridades, sino simples mortales, como usted o como yo. A mí me importa un comino lo que come o lo que bebe –por ejemplo- la Toti Vergara cuando viene a Barranquilla a saludar a sus tías, o va a Cartagena a grabar un comercial para una reconocida marca de cerveza.
Pero resulta que a la inmensa mayoría de los colombianos sí les parece interesante lo que Sofía Vergara hace o deja de hacer. Tanto es así que los medios de comunicación registran todos sus pasos con una fruición que hace pensar que –en verdad- no tienen otro tema de qué ocuparse.
Hasta una gripa -cuando le da a una celebridad- es noticia. Que lo diga mejor que nadie Gay Talese, el célebre escritor estadounidense, quien escribió un reportaje que se convirtió en una de las joyas del llamado Nuevo Periodismo: “Frank Sinatra está resfriado”. ¿A quién le importa un resfriado de un ilustre desconocido? A nadie. Pero si quien está resfriado es el mismísimo Frank Sinatra –La Voz- es indudable que a todos nos interesa la gripa de Sinatra.
Ocurre, sin embargo, que el mundo sofisticado que acompaña a las celebridades poco o nada tiene que ver con el mundo real que habitan los demás mortales, como ocurre con Cartagena de Indias. Una es la que venden las celebridades y otra muy distinta es aquella que está más allá de la ciudad amurallada. Bueno sería que los medios de comunicación también se ocuparan de esa otra Cartagena, la que no aparece en las postales de las celebridades.