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Evangelio de hoy: 8 de diciembre de 2023

Conozca el evangelio y la palabra de Dios de este jueves 08 de diciembre

44618_Jesucristo/Religión Foto: EFE
Jesucristo/Religión Foto: EFE

Evangelio del día


Lectura del santo evangelio según san Mateo (7,21.24-27):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande».
Palabra del Señor.

Lectura del día


Lectura del libro de Isaías (26,1-6):

Aquel día, se cantará este canto en la tierra de Judá:
«Tenemos una ciudad fuerte,
ha puesto para salvarla murallas y baluartes.
Abrid las puertas para que entre un pueblo justo,
que observa la lealtad;
su ánimo está firme y mantiene la paz,
porque confía en ti.
Confiad siempre en el Señor,
porque el Señor es la Roca perpetua.
Doblegó a los habitantes de la altura,
a la ciudad elevada;
la abatirá, la abatirá
hasta el suelo, hasta tocar el polvo.
La pisarán los pies, los pies del oprimido,
los pasos de los pobres».
Palabra de Dios

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Reflexión:


“No todo el que me dice Señor, Señor”, es el aviso a navegantes que hoy nos lanza el Nazareno. No solo lo dice en esta ocasión, el evangelio está salpicado de este tipo de advertencias. Como si las palabras no fuesen suficientemente claras, Jesús pone ejemplos de la vida real que aun los hace más sencillos y accesibles.

Incluso pone dos ejemplos opuestos para hacerlo más evidente. Dos hombres, uno prudente y otro necio, que construyen cada uno su casa, los dos sufren las mismas inclemencias climáticas, pero con distintos resultados. La diferencia es la cimentación de la casa: uno elije la roca y el otro la arena.

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Roca o arena en nuestras vidas; apoyarnos en lo que perdura o en lo que nos va llevando de un lado a otro centrándonos en nosotros mismos. Roca no quiere decir rigidez moral, sino buscar cada día afianzarse en el amor que nos asegura la vida que se hace plena entregándose. No se trata de buscar seguridades inmovilistas sino salir de uno mismo, de nuestros intereses diminutos para llevarnos hacia el Evangelio de entrega y de servicio. La arena es más bien arena movediza, nos hunde en ese yo (aunque sea disfrazado de nosotros pequeño) de intereses cortoplacistas y de las antípodas del servicio que se acaban convirtiendo en abusos de distinto tipo. Lo prudente es optar por la imprudencia del amor de jofaina y de toalla, aunque muchas veces no nos resulte beneficioso y, mucho menos, cómodo.

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