Así evolucionan los conciertos de la mano de la tecnología en Latinoamérica
Para la industria, este primer paso en Latinoamérica no solo representa una solución puntual, sino una señal del rumbo que podría tomar el entretenimiento.
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La industria del entretenimiento en vivo atraviesa una transformación silenciosa pero profunda: la tecnología está redefiniendo cómo los fans acceden a los conciertos. En un mercado donde los bots y los revendedores han tomado ventaja durante años, Latinoamérica empieza a abrir paso a soluciones que priorizan a las personas reales y buscan recuperar la esencia de la experiencia musical.
La apuesta responde a un problema creciente: hoy, más del 86 % del tráfico en plataformas de boletería es generado por automatización. Esto ha dificultado el acceso de los verdaderos seguidores a sus conciertos favoritos, disparando la reventa y restando transparencia a los procesos de compra.
Para la industria, este primer paso en Latinoamérica no solo representa una solución puntual, sino una señal del rumbo que podría tomar el entretenimiento. La integración entre tecnología e identidad digital promete cambiar los modelos tradicionales de venta, reducir la especulación y fortalecer la confianza entre artistas y audiencia. Además, los planes de expansión hacia otros países de la región y Estados Unidos en 2026 sugieren que este tipo de herramientas podría convertirse en un estándar global.
Más allá del caso Arjona, la iniciativa despierta un debate necesario sobre cómo equilibrar innovación, privacidad y acceso. La región, históricamente golpeada por la reventa abusiva y la compra masiva por bots, se convierte ahora en laboratorio de nuevas formas de conectar el mundo físico con el digital. Un ejemplo reciente de esta evolución llegó con el anuncio en alianza con Mundo Arjona (Ricardo Arjona), en donde se implementó por primera vez en la región una boletería “solo para humanos”.
En un momento en el que la música en vivo sigue siendo un punto de encuentro social, la llegada de estas tecnologías no pretende reemplazar la emoción de un concierto, sino protegerla. Y, si la tendencia continúa, los próximos años podrían marcar un antes y un después en la manera en que los fans latinoamericanos viven la experiencia de comprar y disfrutar un espectáculo.