Estoy seguro que la felicidad depende de nuestra capacidad de hacer equipo, porque las realidades fundamentales de la existencia se concretan en esas relaciones con propósitos comunes, de complementariedad y contextos de la mejor versión individual.
Es esencial comprender cuál es nuestro propósito en la vida y cómo queremos alcanzarlo. No debemos ceder ante las presiones que nos empujan a batir récords, logrando objetivos a temprana edad.
Estas personas dudan de sus habilidades y capacidades, y ante la evidencia objetiva que obtienen en sus trabajos prefieren creer que se trata de un engaño.
Todos debiéramos revisar si nos estamos queriendo sanamente o no. Porque no es de extrañar que muchos escondan tras de su narcisismo y prepotencia intelectual una profunda sensación de inferioridad ni que el fracaso de los proyectos que algunos emprenden tiene su fuente en la precaria y distorsionada relación que tienen consigo mismo.
En una dinámica social en la que se valora tanto la producción, en la que las necesidades exigen fuerte trabajo, en el que las pantallas invaden todo espacio y nos sobre estimulan se hace necesario explicitar el valor de descansar.
Cuando veo la situación nacional tengo la certeza que saber escuchar al otro nos está haciendo mucha falta. Sobre todo, escuchar a aquellos que no piensan lo mismo que nosotros. Sin escucharnos todo tiende a ser más trágico y a no encontrarse las soluciones necesarias.
Cuando las cosas no resultan o simplemente se agotaron los recursos existenciales que los mantenían juntos, es necesario saber aceptar el final y terminar con inteligencia y responsabilidad.
Ser agradecido implica tener una buena autoestima. Es decir, no estar empujado por el relato mentiroso del ego que siempre nos hacer creer que lo que recibimos es fruto de nuestras cualidades y no de la acción bondadosa y generosa de la otra persona.
La situación tiene que ser una oportunidad para entender que el respeto es la base fundamental de toda relación y que los varones tenemos que deconstruir muchos de los paradigmas mentales que nos hacen creer que podemos comportarnos de esta manera.
La filofobia es el miedo al amor, algo que puede hacer que nos encerremos en nosotros mismos, rechazando cualquier opción de conocer a nuevas personas por el miedo que produce la posibilidad de establecer un vínculo emocional muy fuerte