Lo humano no es eterno, ya que es tributario del tiempo. Por ello nunca permanece igual, sino que se transforma constantemente. Entiendo que algunos desde la ilusión de la plenitud como un estado estático de perfección y placer se nieguen a esta realidad humana. Por eso tenemos que estar siempre atentos a las transformaciones que van sufriendo las relaciones y los proyectos que nos jalonan la existencia. Estar enfocados cuidarlas y alimentarlas de la mejor manera. Porque nada duele más que la frustración de ver finalizar lo que creíamos era para siempre.
También aceptar cuando las relaciones y las realidades llegan a su fin. En estos días leí una nota de prensa que hablaba de cómo se han puesto de moda las fiestas para celebrar el divorcio. Lo cual me llamó mucho la atención, porque creo que el amor de pareja pide, en el momento que se experimenta, eternidad. Nadie construye un compromiso con fecha de vencimiento. Pero creo que cuando las cosas no resultan o simplemente se agotaron los recursos existenciales que los mantenían juntos, es necesario saber aceptar el final y terminar con inteligencia y responsabilidad.
Espero que estás fiestas no sean una manifestación del despecho y una manera de tratar de llenar de alegría lo que realmente ha causado mucho dolor. Sino una manera sabia de aceptar y asumir que la relación de pareja se ha acabado y a lo mejor se ha transformado esencialmente. El estado de divorciado seguro tiene sus ventajas y generar otras emociones de bienestar.
Hay que saber cuidar las relaciones, dar lo mejor de sí, generar los mejores contextos para que dure para siempre, pero si se acaba puedan sentir en el corazón que se hizo lo necesario. Siempre es importante activar el poder del perdón que ayuda a no estar estancado en lo que ya pasó y genera buenos aprendizajes.
Aquí la opinión de Alberto Linero: