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Juan Gabriel y los “innombrables”: editorial de Ley del Montes

Editorial de Ley del Montes en Vive Barranquilla.

204845_Óscar Montes. Foto: bluradio.com
Óscar Montes. Foto: bluradio.com

Los ídolos son esos seres inmortales con los que nos topamos a diario. Aparecen en la televisión, los escuchamos en la radio y leemos de sus andanzas en los diarios, revistas y ahora en las redes sociales. Son seres de carne y hueso, aunque no lo parezcan. Llenos de complejos, miedos, angustias y penas, como cualquier mortal.
Los ídolos ríen y lloran. Hay unos que lloran más que nosotros. Son seres tormentosos y atormentados, incomprensibles e incomprendidos, odiados y venerados. Odiados sí: a los ídolos los odian quienes les tienen envidia, que son aquellos que carecen del talento que acompaña a los ídolos.
Nada despierta más interés que la vida privada de un ídolo. Creemos que su vida privada es pública y por ello husmeamos con fruición en sus vicios, sus debilidades, sus pasiones. Los medios de comunicación viven tanto del estrellato de los ídolos como de sus estrelladas. Ambas venden por igual, pues sus fanáticos quieren saberlo todo. Algo tan simple y cotidiano, como sacar a pasear a su perro, produce un caos monumental y pone todo patas arriba.
Y ello es así porque –claro- una cosa es que Pedro Pérez saque a pasear a su mascota y otra, bien distinta, que Madonna o Shakira saquen a pasear a la suya.
En ciudad de México –hablando de ídolos- cerca de 800.000 mil personas asistieron al Palacio de Bellas Artes a decirle adiós al cantante y compositor Juan Gabriel. No hay un solo medio de comunicación que no haya registrado su muerte. Hoy hablan más del “Divo de Juárez” que del presidente Enrique Peña Nieto.
Los medios publican lo que millones de mexicanos quieren saber. Y los mexicanos tienen razón al pretender saber más del ídolo desaparecido que de su presidente recién aparecido. Juan Gabriel los hizo feliz durante muchos años con sus canciones, mientras Peña Nieto los atormenta con sus impuestos y sus torpezas políticas. Mientras Juan Gabriel despierta idolatría, Peña Nieto solo produce fastidio.
México es un país de ídolos. Allá todavía lloran a los “charros” Pedro Infante, Javier Solís, Agustín Lara y José Alfredo Jiménez, auténticos ídolos del pueblo, mientras a sus ex presidentes –una vez terminan sus mandatos- les ponen el remoquete de “innombrables”, para no tener que mencionar jamás sus nombres. Ese es su castigo. Esa es su sentencia. Esa es su voz, que –dicen- es la voz de Dios.
 

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