Vélez, para que debatan en torno a lo positivo y negativo de las semillas genéticamente modificadas, además de señalar las diferencias con las llamadas ‘semillas nativas’.
Elizabeth Hudson aseguró que desde que se empezaron a domesticar a las plantas y animales, “se empezó a modificar genéticamente” y definió las semillas “biotecnológicas”, como un material reformado para mejorar una característica nutricional específica al fruto.
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Además, certificó que la agricultura es “agresiva con el ambiente”, siendo una de las mayores fuentes de erosión genética. “Necesitamos atender la demanda de alimentos y aprovechamos los desarrollos de la biología molecular para introducir genes de interés”, dijo.
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Por su parte, Germán Vélez cuestionó los efectos que pueden traer estas modificaciones en semillas o alimentos ya que debido a los genes con resistencia y control de plagas que se le introducen, pueden ocasionar efectos negativos en el nuevo organismo.
También contó que ha adelantado varias demandas judiciales sobre la forma en cómo se aprobaron los maíces transgénicos.
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Para contrarrestar lo anterior, María Andrea Uscátegui defendió la teoría de que todas las semillas que se traen a Colombia tienen un proceso regulatorio para poder ser sembradas. “Cualquier investigador debe cumplir con los requisitos para poder usarlas o desarrollarlas, esta regulación va por cuenta del ICA”.