Quibdó en cuidados intensivos, parte tres: donde padecer cáncer es morir
En la capital chocoana llegan indígenas de todo el departamento, pero a algunos, su reloj biológico falla navegando por los ríos.
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¿Qué hace una persona en el Chocó si le diagnostican algún tipo de cáncer y requiere quimioterapia? Simple, dos opciones: si cuenta con dinero suficiente (entendiendo la pobreza que supera el 70%) puede desplazarse a Pereira o Medellín, como ciudades capitales con mejores condiciones de atención, o sencillamente, morirse en el intento de ganarle la batalla.
Sin más, es la respuesta breve a esa pregunta, porque aquí en Quibdó, no existe atención en oncología. Entonces, si una mujer llega a padecer alguno de esos horribles síntomas que luego derivan en cáncer, deberá trasladarse a ciudades capitales de departamentos cercanos. Pero no solo eso, ¿qué pasa con los habitantes de municipios y corregimientos lejos de la capital chocoana que requieren atención prioritaria en una urgencia vital o complementaria a alguna enfermedad?
A mediados de enero, el país se cuestionó por la denuncia de la muerte de cinco niños en el corregimiento Buenavista en el Bajo Baudó, luego de que inicialmente se pensara era una epidemia. Cinco pequeños del resguardo Wounaan fallecieron por la precaria atención, tras presentar cuadros de bronquitis y problemas gástricos. Un centenar de indígenas manifestaron padecer dolencias similares.
La situación es así: para llegar a ese corregimiento por tierra y por agua, el tiempo de trayectos puede alcanzar incluso dos días y más de 300.000 pesos por persona. Conseguir un cupo en una lancha se hace complejo y más difícil aún, conseguir el dinero, si es que allá se vive de lo que se logra conseguir con unos cuantos plátanos que puedan venderse. El riachuelo está contaminado y ni qué pensar en un acueducto o un alcantarillado.
Incluso, las dificultades para llegar expresadas desde el Ministerio de Salud se juntaron con las barreras de comunicación. El ministro encargado logró llegar al resguardo casi una semana después de haberse denunciado la pensada epidemia. Llegó, revisó la situación y planteó proyectos que pudieran solventar las necesidades en poco tiempo, aunque resultare en un “pañito de agua tibia”, para lograr consolidar una verdadera calidad de vida en dignidad.
Confirmó que más que una epidemia activa, se trataba de diarreas y enfermedades respiratorias agudas, que habrían sido las causantes de la muerte de los menores.
Metali Conquista es el nombre de uno de los líderes de la población Wounaan. Lo encontré en Quibdó cuando organizaba unos documentos para seguir trabajando como profesor. Mirando al río Atrato, me contaba que la situación de indolencia ha sido permanente, que cada vez que hay un nuevo gobierno, las promesas son las mismas, pero que al final, esa comunidad de más de 1.500 habitantes, sigue igual, con el mismo puesto de salud minúsculo, el raudal cada vez más sucio, la pobreza creciendo, y en el aire, las promesas de quienes fueron a conseguir un voto.
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“Hay informaciones que no llegan a la opinión pública, por eso, exigimos urgentemente que se pueda controlar este virus que se viene presentando cada año y creemos que una de las soluciones es el saneamiento básico, hasta que no tengamos eso, la presencia de los virus será permanente. Estamos hablando de alcantarillados bien construidos, de acueductos con filtros para que podamos consumir agua tratada. (…), sugerimos también que hay que mejorar el puesto de salud. Estamos proponiendo la presencia permanente de un médico y un enfermero en Buenavista”, dijo.
¡Un médico y un enfermero! ¡Agua limpia y alcantarillado! Esas son las peticiones, no es más. Sin duda, es la misma que se hace en otros lugares en toda la extensión del territorio colombiano. ¿Cuántas vidas pueden salvarse con eso? Pero no, pero se dilata, se convierte en atención por unos cuantos días solo hasta que en la opinión pública se olvide y meses después, aparezca en las redes sociales alguna denuncia nueva que surta solución a través de la presión.
“El transporte es caótico, porque en esos lugares hay que ir en lancha, transportar a un paciente en mal estado es incómodo, sin pensar en el tiempo. En esos pueblos los trayectos son de horas y hay pacientes que necesitan atención inmediata, y en los centros de salud locales lo que pueden hacer es apenas sostener al paciente, luego transportarlos con la falta de elementos para mantener al paciente vivo. El solo hecho de tener una bala de oxígeno en mal estado, es suficiente para que llegue mal”, dice la terapeuta Rosa María Perea.
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Y una pregunta suelta: ¿Cómo hacen en las selvas para atender a los pacientes que resultan heridos en medio de la guerra?